Seguimos ofreciendo los relatos de las partidas de Mordheim desde el foro la Ciudad de los Perdidos, con una nueva entrega, la tercera, de este relato partida que nos ofrecen desde el foro debido a nuestro tema del mes sobre Mordheim.
Sois muchos los que nos habéis agradecido este tema, que nos habéis dicho que os hemos abierto apetito sobre el juego y que estáis desenpolvando vuestras bandas. Nos alegramos de ello. Bueno os dejo el tercer relato (queda un cuarto de momento) y esperamos que lo disfrutéis porque esta muy bien y es bastante divertido y ameno. Si queréis ver los dos anteriores, poner Mordheim en el buscador y los encontraréis facilmente.
DIA 2: CRÓNICA DE UNA NO MUERTE ANUNCIADA
“De la treintena de guerreros tan solo seis seguían en pie al final de la sangrienta e inútil escaramuza… Una banda al completo fue aniquilada… Pero se comenta, que algunos a quienes se daba por muertos, no murieron, e incluso los que murieron vuelven a levantarse al paso de un oscuro carromato…” Radew, tabernero del Cerdo Sonriente
batalla!
EL BUEN SOLDADO Por Raimundo Brendan
Un paso -No debería de estar aquí-
Dos pasos –Estoy seguro de que no debería de estar aquí-
Tres pasos –Este paisaje no me suena de nada-
Cuatro pasos –No tengo ni la más remota idea de por qué estoy aquí-
Cinco pasos –Debería irme a casa-
Seis pasos –¿Y dónde está mi casa?–
Siete pasos –Y… ¿Dónde se supone que estoy?-
Ocho pasos –¿Por qué arrastro tanto los pies?-
Nueve pasos –¿Quiénes son esos tipos tan siniestros que me siguen?-
Diez pasos -¿Quién soy?–
El cerebro dolía de tantas preguntas. La sensación de que este no era su sitio era lo único que pensaba aquel pobre desgraciado mientras caminaba hacia Mordheim. La procesión en la que iba al frente caminaba lenta pero sin descanso hacia la ciudad maldita. Gracias a las últimas luces del ocaso, nuestro despojo humano pudo atisbar un suburbio de la zona, un pequeño pueblo, un albergue… tampoco le importaba lo más mínimo. En su cabeza, se juntaban sensaciones que no había sentido nunca, mientras que la extraña falta de necesidad de fumar su deliciosa pipa en aquel momento de ansiedad le atacaba constantemente. Con el último vestigio de humanidad que le quedaba en su tan malogrado cerebro realizó una última mirada hacia su pasado para ver si los fantasmas de su conciencia dejaban al fin de agitarse sobre sus ojos.
–Lo primero de todo. Mi nombre. Creo que era…mmm ni zorra. Pasemos a otra cosa. Tengo dos manos y dos piernas, aunque la pierna derecha la arrastro demasiado, creo que me la he torcido. Sin embargo no me duele. Qué raro. Me la habrán vendado, o me habrán dado alguna droga contra el dolor. Bueno, tampoco parece tan importante. Ropa. Tengo una armadura que mola cantidad, pero no me suena de nada. El jubón… ¡Eso sí que me recuerda algo! Juraría que es mío. Lo compré en… ¿o lo habré robado? No, lo dudo mucho. Creo que me lo regaló alguien…no me acuerdo. Buff, no siento la cabeza, me cuesta pensar. Un momento, ¡Ya! Se llamaba… Rosa, Amapola, Margarita…era algo de flor, solo recuerdo flores… que nombres más raros, no me gustan nada. Y, ¿Por qué me lo regalaría? Tendría que poder recordar algo más. ¿A qué me dedicaba? ¿Dónde vivía? Recuerdo…frío, mucho frío. Y oro, muchísimo oro ¿¿¿Caminos llenos de nieve y oro??? Debo de vivir en un asqueroso palacio. No creo, no llevaría harapos. Y un cofre. Un enorme cofre lleno de oro tirado por caballos. Y una lista llena de cruces y nombres de pueblos. Cofre, lista… No creo que tanto oro fuese mío, a no ser… ¡¡Ahora lo recuerdo todo!! ¡Soy un jodido recaudador de impuestos! Y el sello…estoy seguro, de la ciudad de Hundham, de Sylvania. Si… recuerdo haber nacido allí, en la ciudad podrida de Hundham. He vivido allí toda mi vida, trabajando como recaudador en los poblados y ciudades de alrededor. No recuerdo que mi vida fuese mala, al contrario que la de otros. Sí, estoy muy convencido de que al partir para trabajar, aquella mujer me regaló el jubón. Su nombre… mmmmmh, no consigo acordarme, solo me vienen a la cabeza flores y plantas. Pero estoy seguro de que regresé a mi casa. Entonces, ¿Por qué no estoy allí? ¿Por qué estoy caminando hacia mi perdición como si fuese un condenado? ¿Estaré muerto? No, es imposible, todo esto es ridículamente real. Un momento, una imagen viene a mi mente. Es real, muy real, mucho más ridículamente real que la ridiculez ridícula hacia la que estoy condenado a marchar. Volví a mi hogar. Sí. Abrí la puerta de mi casa y allí estaban ellos. Aquellos malditos hermanos, los V… algo. Ellos. Malditos. Que Sigmar les ajusticie mil veces sus almas. Fui masacrado vilmente. Nunca podré perdonárselo. Ni a ellos ni a la ciudad que permitió mi asesinato a sangre fría. Pero… ¿por qué? Sigo en pie, caminando. ¿Dónde están los Jardines de Morr? ¿Dónde está la paz eterna? Fui un ciudadano modelo, nunca hice mal a nadie, colaboré con las milicias e incluso fui ascendido a capitán el último año. ¿Es esto lo que me espera? Qué injusticia. Lo que no sé es que hace Mordheim aquí. No sé qué hago caminando hacia su entrada. ¿Realmente Sigmar tiene realmente algo que ver? Si no soy más que un alma, ¿Es Mordheim la entrada al más allá?—
Mientras meditaba con el poco cerebro que le quedaba sobre los hombros una sombra cruzó el ya estrellado cielo nocturno rápida como una exhalación. La criatura se posó suavemente en el húmedo suelo nocturno justo a la derecha del alma perdida. Sonrió levemente y dejó entrever un brillante colmillo plateado.
— Se acerca ventisca. Ordena a tus hombres que marchen más deprisa, que guarden sus armas de disparo y que formen filas protegiendo al carro. —
En ese momento los grandes y anaranjados ojos del vampiro le hicieron recordar todo lo ocurrido desde el fatídico día en una única y espectacular imagen. En aquellos ojos vislumbró con claridad como había sido reanimado el mismo día de su muerte. Él, de entre los 17 que había ese día en la morgue había sido escogido para liderar una horda de No Muertos hacia la Ciudad Perdida. Recordó como había sido interrogado tras el comienzo de la No Vida. Recordó haber soltado durante más de medio día todos y cada uno de los detalles de su existencia. Recordó con mucha claridad cómo le había sido cedido un ápice de conciencia…
Conciencia que iba a ser utilizada en servicio de la humanidad.
Empuñó una maza que llevaba en el cinto y trató de asestar un golpe sobre aquella repelente sonrisa de superioridad. Trató. El golpe nunca llegó a impactar, ya que su brazo quedó inmóvil a más de 30 pulgadas de una cabeza que en su día perteneció a un Ser Humano.
–Guarda tus fuerzas para la batalla que nos espera— Comentó el miserable ser – Fuiste un buen sirviente en vida. Hacías el trabajo diligentemente y nunca me faltó una sola corona en las arcas de la ciudad. Además, es bien sabido por todos tu más que notable labor de limpieza de alimañas en los suburbios de Hundham al mando de la milicia local. Se comentaban que tus órdenes eran breves, concisas y eficaces. —
El vampiro caminó dando círculos. De algún modo, apartar la mirada de él era una tarea poco menos que imposible. Todo sus ser despedía un aura de majestuosidad y de terror. De piedad y servidumbre. De pureza y de putrefacción. Pero sobre todo, exudaba superioridad por todos y cada uno de los poros de su cuerpo.
Cerdo.
Entonces le recordó. No era la primera vez que esta alma había visto al No Muerto. Desde que nació, siempre lo había visto. No era sino el gobernador de la ciudad. ¡El gobernador de toda Hundham! Incluso había estado presente aquella tarde, donde, desde el balcón del capitolio, él mismo se presentó ante la ciudad como el hijo y legítimo heredero de las labores de gobierno de su padre.
Qué iluso había sido. Siempre pensó que, pese a los rumores, aquel noble era diferente. Sus órdenes siempre habían sido en beneficio de la protección de todos y cada uno de sus siervos. Las haciendas se llevaban con diligencia, los criminales eran ajusticiados con la mayor brevedad posible y aunque el comercio nunca estuvo muy desarrollado los alimentos más básicos no solían faltar, salvo entre las familias más pobres. En resumen, dentro de Sylvania era complicado encontrar a algún noble con más humanidad que él. Qué ironía.
–Sírveme en la muerte como ya lo hiciste en vida—Fue la oferta del noble. –y te recompensaré con creces. ¿Ansías la venganza? ¿Volver con tu familia? ¿Encontrar la paz de espíritu? Yo puedo proporcionarte algo con lo que podrás saciar todos tus deseos—
Por primera vez, el cadáver replicó contra el vampiro:
—¿Qué puede ser tan importante para mí como para dejarme ser sometido por una criatura con el mismo rostro que el diablo?—
La criatura no respondió, sino que alargó su blanco y mortecino dedo índice y lo posó sobre la frente del difunto. En ese momento, una oleada de sensaciones inundó la mente del traicionado. Sus recuerdos más íntimos y la memoria de todo su ser, de toda su existencia se entrelazaron con parte de la omnipresente e inconmensurable presencia de aquel que en vida fue un pobre y hambriento mercader oriental. En aquel momento, recordó todo. Se dio cuenta de quién era y cuál era su misión. Su presencia, ya íntegra y revitalizada se vio pronto eclipsada por la sombra del vampiro.
—No busco poder ni gloria en mi viaje sino respuestas, sabiduría y curación—dijo señalando a un carro situado cerca de ellos—Y en cuanto al dinero, no se valora tanto una vez que has vivido tanto como yo lo he hecho—
—¡Dirige junto a mí esta mesnada y ayúdame a cumplir mis deseos! Si me sirves bien, te recompensaré con aquello que tanto ansías; tu libertad, y tu conciencia—
La libertad y conciencia para llevar a cabo una venganza. Todo aquello que más ansiaba lo tenía en ese momento en la punta de los dedos. Si en ese momento hubiese tenido un corazón, habría bombeado a gran velocidad a causa de la emoción. Lo iba a conseguir, aunque para ello tuviese que dirigir una horda de cadáveres descompuestos a la batalla y asesinar a medio mundo si con ello le fuese permitido poder conseguir la paz de espíritu.
El vampiro sonrió y se dirigió a la parte trasera del carro.
—¿Has visto, hermano? Los esfuerzos en tu investigación han comenzado a dar sus frutos. Capitanes de voluntad fuerte, gran sentido del deber y lealtad absoluta. Todo ello dirigirá nuestros ejércitos como si de un igual se tratase. Este puede ser el primer paso para la culminación de nuestro gran plan—
Mientras, el alma cayó de rodillas al húmedo suelo mientras se agarraba con fuerza el pecho.
—Mañana descansaré. Pero hoy, ¡Es tiempo de guerra! ¡Hoy me alzaré con la victoria sobre el reino de los vivos! ¡Reclamaré este lugar para mi dueño y señor!
—¡¡Por la familia Von Carstein!!—
—¡¡Por Sylvania!!—
—¡Juro sobre la paz de mi alma que prevaleceré! ¡Mi nombre es Cesare Nash y mi destino de libertad está ya escrito!