Hoy un nuevo colaborador se estrena en FanHammer con un extenso relato de Vampiros de la ambientación del juego de rol. Muy bueno el relato y muy recomendable de leer. Damos la bienvenida a Pakojavier como colaborador y pronto tendremos más de él (de hecho ya tengo tres nuevos relatos a la espera de ser publicados).
Buena lectura:
-¿De veras crees que tu vida es jodida?, imagina haber nacido en plena guerra mundial, gilipollas.
Pienso, mientras contemplo con una sonrisa en la cara y jugueteando con el cigarrillo apagado en los labios, al desgraciado que tengo delante y que con un poco de suerte; estoy a punto de partirle la cara. La misma mierda de excusas de siempre, tras tantos años en el negocio, todas suenan igual. “Me creo más listo que vosotros y no quiero pagar por lo que pedí”.
El desgraciado que está al otro lado del mostrador, muestra una amplia sonrisa y un aire nerviosillo. El muy mierdas me pide más tiempo para pagar, cada excusa le acerca más a una paliza y lo sabe. Pese a todo, el cabrón insiste y mi paciencia, como de costumbre, se agota. Aprieto los nudillos dentro del bolsillo hasta que se convierten en una maza y hago la cuenta atrás mental de siempre.
10…
-Ya sabes tío, los mismos problemas, la gente va a comprar a las grandes superficies, esas cabronas arruinan el negocio y tengo que pagar los estudios de mi hija…
¿Y qué hay del mercedes último modelo que tienes aparcado en tu piso, de más metros cuadrados de los que necesita tu seboso cuerpo? Mientras pienso en cómo me la está intentado colar, mi habitual sonrisa se esfuma y el cigarrillo cae apagado al suelo recién pulido. Miro fijamente a la sabandija postrada ante mí y ésta se retuerce, como un niño que espera la paliza de su padre alcohólico.
9…
-Vamos, vamos, no me mires así… Ya te digo que es una mala racha y ya sabes… Siempre pago puntual.
Miente. El sudor empieza a perlarle la frente y la garganta le traiciona. Maldito cabrón rastrero, puede dormir por las noches tras arruinar una familia y debiéndonos dinero. Los tiene más gordos que su papada.
8…
-Eh…eh… mira socio.
Odio que intenten hacerse amigos míos sólo cuando hay deudas de por medio.
-Esto es todo lo que tengo ahora, 250 en billetes medianos… Te lo juro…
Odio que el ganado me mienta.
-Llévatelo y pásate la semana que viene. ¿Vale? Te daré el resto y una comisión para ti. ¿Qué te parece?
Odio tener que hacer y decir las cosas, dos veces.
Y mientras el tío escupe sus suplicas y mentiras, cual animal acorralado, mi semblante adquiere la misma simpatía que un pedazo de cuarzo. No puedo dejar de pensar en cuanto odio a este desgraciado y lo mucho que me gustaría destriparlo.
Contente, es trabajo y encima, no fuma. Por lo que alimentarme de él, sería totalmente infructuoso e infecto.
7…
Doy un paso al frente y aplasto el cigarro con los elegantes botines que me proporcionó el Sire. “Consigues más, con ropa elegante y una sonrisa en la boca, que con tres matones y una paliza”. Sabias palabras que yo ya había aprendido antes de que él me ilustrase.
Mis pupilas taladran al desgraciado, lo empalan en la pared y hago chillar su alma con tan sólo medio paso.
-O, oye. ¿No me crees? pregunta a algún otro. Pago bien y soy generoso, joder.
Fútilmente asalta violentamente a mi nariz un olor rancio que percibo por encima del perfume caro, los cosméticos de marca y el buen cuero de las prendas. Me es familiar, orina. Apenas lo justo para que nadie lo note salvo él y bueno, en este caso excepcional, yo. Las propuestas empiezan a ser más amables. Pero mis ganas de estrellarle los nudillos en la mandíbula, no lo son tanto. Podría hacerlo, apenas lo vería, bam, bam. Derecha, izquierda. Salto tan bien dientes con una, como con la otra. Y la simple idea de imaginarlo, consigue darme un poco de alegría en este rato de mierda.
Contente.
6…
-Joder tío, eres un cabrón con pintas, te estoy diciendo que no tengo más aquí. ¿Vale? ¿No vas a decir ni una sola palabra? No hagas que las cosas se pongan mal. Conozco a más gente importante dentro de tu organización que tú. Gente de la que no habrás oído ni hablar.
Odio que el ganado me amenace.
Odio que me mientan.
Odio a este subnormal.
Odio ser inmortal.
Odio no poder destrozarlo.
Me adelanto otro medio paso y aprieto los puños aún más, no sabía ni que pudiese hacerlo. Está jugando con mi frenesí y eso no es bueno para su salud. Los bolsillos del abrigo largo negro, apenas pueden contener mis armas naturales. Mi espalda se tensa y mis trapecios abultan la camisa de confección italiana. Una mierda, es tan falsa como mi semblante amable habitual, pero, joder que si da el pego.
Contente.
5…
-Oye, oye oye. En serio, no te recomiendo que actúes así. ¿Quieres que se lo recrimine a tus jefes, eh? ¿Quieres que les diga lo jodidamente capullo que estás siendo? Hagamos de esta una velada tranquila y confía en mí.
Una mierda, la única velada tranquila será tu funeral. Por qué no asistiría ni tu hija si les contase a todos por lo qué pagaste, ganado de mierda. Se cree que la verborrea que escupe a mis botines cargada de miedo y fracaso va a convencerme de algo. Cualquiera de los críos con los que crecí podrían darle su merecido a este imbécil y sacarle todos sus ahorros. Y me lo quiere poner jodido, a mí.
El recuerdo de los difuntos no ayuda, por cuarta vez en éstos segundos, me repito la misma palabra.
Contente.
4…
Se acerca la hora de cobrar del ganando. Agudizo los sentidos y compruebo que no hay nadie en el exterior que pudiese oír sus gritos y el alboroto. En efecto, está jodido.
-Mira tío, encima de que acepto reunirme a estas jodidas horas de mierda, no sales de tus trece. ¡No sé qué cojones piensas! No dices una puta mierda, pero así no vas a conseguir acojonarme.
Miente y el nauseabundo olor que dimana de sus axilas no tardarán en empezar a delatarlo de manera más obvia. Hiede a miedo.
-Te estoy dando todo lo que tengo cabrón. Coge la pasta y ven dentro de siete días, a la hora que te dé la gana, en serio. Pero por ahora, no tengo más.
El pobre cuello de la camisa está más jodido que él. Apenas contiene la presión de su papada y ha comenzado a absorber el sudor. Ahora que me fijo mejor, ese puto traje vale una pasta. Las costuras a medida, la tela encajando con cada lorza de su cuerpo, el aspecto inmaculado que sólo tiene la buena tela. Y la corbata de terciopelo azul destacando con la camisa color burdeos y el traje negro. Todo ello rematado por unos broches de oro de veinticuatro quilates con el logo de su mierda de empresa. Un buen conjunto de unas dos mil quinientas libras. Le desnudaría y lo vendería si no apestase. Y por no verle sin él, creo que hasta pagaría.
3…
Se acabaron los modales, el ceño se me frunce adquiriendo el aspecto de un valle surcado por un glaciar. Mis ojos se desorbitan lo justo para aportar al hermoso conjunto de mi cara de desquiciado, el toque psicópata por el cual he acabado en estas mierdas. El bigote acompaña el rictus de mi boca y espolvorea un toque de elegancia al semblante de la violencia. Medio paso más y la puta colilla va y se me pega en la puta suela del botín.
La puntera acaba a un milímetro de distancia del escritorio de madera noble y me inclino levemente sobre él.
Comienza ahora el baile, el baile en su cerebro entre gimoteos y estados mentales. Es hermoso ver cómo una persona se derrumba aceptando el final. Suplicas, aceptación, violencia, sumisión. Pero aun así el hijo de puta se agarra al clavo ardiendo que es el dinero. Si pudiera, se casaría con un fajo de billetes y se los frotaría por la polla.
Mis ojos están ocupados taladrando su hombría y destrozando sus esperanzas, pero no quito ojo de sus manos. Un simple intento de gesto de llevar la mano a un cajón, podría implicar un arma de fuego y no quiero joderme más la noche. Quiero ir a una casa de caza y alejarme de esta bola pestilente enfundada en tela italiana.
-V…Vale tío, te seré sincero, me jugué un gran dineral ayer, ¿vale? No pensé que fuese a perder con aquella mano y pensaba irme de zorras antes de pagarte. Ya sabes, para mantenerme despierto. ¡Te juro que quiero pagaros!
Vaya ahora quiere pagar a todos, esos jefes que supuestamente conocía, parece que también opinan lo mismo de él que yo. Y solo les interesa lo mismo que a mí. Paga cabrón.
-Enserio te lo digo, deja de mirarme así. ¡No necesitamos llegar a eso!
Yo sí. Joder mente, cálmate un poco. Río por dentro ante mi propia petición. Seré gilipollas.
-¿No querrás hacerle eso a una familia y a un buen cliente verdad?
2…
Acaba de pisar una mina y quedarse quieto. No hay nada más asqueroso que un psicópata pidiendo piedad.
Tras pedir que nos encargásemos de la tienda de en frente que lo estaba arruinando. Tras decirnos que quemásemos el negocio, con el tío dentro, mientras su mujer e hijos lo visitaban, como todos los putos martes por la tarde a la misma hora. Tras contemplar sonriendo desde su tienda, cómo salían corriendo envueltos en llamas y se fundían lentamente con la acera. Mientras sus pulmones exhalaban los últimos gramos de aire en forma de gritos inhumanos. Tras dar unas palabras a la prensa más falsas que mi camisa. Y por último, tras asegurarse que le haríamos lo mismo a cualquiera que amenazase su mierda de “imperio comercial” como él decía…
Va el muy cabrón y me suelta, que si sería capaz de hacerle lo mismo a él. Sinceramente, me importó una mierda haberlo hecho en su día, pero contigo, sería más que divertido.
Los ojos se me desorbitan claramente ante tal lamentable espectáculo y despliegue de lastimosidad. Me inclino más sobre la esfera de grasa que hay en el orejero de cuero beige y a unos veinte centímetros de ese alcohólico pozo de mentiras, pronuncio la única palabra de todo nuestro encuentro con esta querida voz que a tantos idiotas ha hecho llorar y tantas peleas me ha buscado; un jodido regalo de la naturaleza.
-Sí.
1…
Y en ese momento, a cámara lenta, vi como los cojones subían hasta su garganta. Mi voz grave y con ese timbre siempre amenazante, salpicado con acordes de enfermo mental. Cumple su trabajo a la perfección y el pánico hace eclipse total en sus ojos.
-¡Joder estás loco!
No sabes tú cuánto. Sigo mirándole haciendo saltar hasta la última gota de mi violencia contenida en sus ojos.
-¡Vale, vale, no te muevas de ahí, joder, mierda!
El orejero pivota sobre si a la izquierda y el seboso ganado se apresura hacia una estantería de madera negra atestada de libros. Va dejando tras de sí un rastro desagradable de hormonas del acojone. Toquetea unos libros en la estantería y resultan ser una tapa con forma de libros en medio de una gran fila de tomos que, me juego una mano, jamás se ha leído. Tras un segundo toqueteo nervioso, se abre del todo y extrae de la caja fuerte un fajo pequeño y lo lanza a la mesa. De reojo y por encima de su pelo engominado, veo que tiene bastantes más y recuerdo.
Odio que me mientan.
-¿Con eso tienes bastante no, cabrón? Ya está, ya he pagado, me has jodido pero ahí lo tienes.
Sigo inclinado sobre el escritorio con la pierna derecha adelantada y el aroma del alivio de la presa que cree haber encontrado un refugio, emana como un géiser hacia mí. Sentado con aires de superioridad y suficiencia, el muy cabrón me mira y me sacude como a una mosca del culo; poniendo los ojos en blanco y con una mueca despectiva, como si hubiese accedido a hacerle un favor a un niño, me invita a largarme abanicando con la mano abierta; de su despacho y su corrupto negocio.
Un segundo, un segundo más y habría destrozado a este espécimen de gran calidad de cobarde. Un puto segundo; me tengo que tragar todo por una mierda de trabajo y soportar a ganado de mierda insultándome y vacilarme con fajos de dinero reposando a putos metros de distancia de mí. Maldito engreído, cabrón de mierda, puto cobarde de los cojones debería…
Contrólate.
No.
Y en décimas de segundo, vuelan por el aire mis puños a una velocidad que envidiaría cualquier boxeador profesional. Mis cuatro nudillos estampan su densidad ósea sobre la mandíbula del confuso retrasado. Y otra vez y otra vez. Y rompo pómulos y dientes como si partiese nueces en un puto “pick-nic”. Por primera vez en todo el día, algo bueno me pasa. Y es ver unos ojos llenos de súplica y miedo. Gastando algo de poder, consigo controlarme. Si lo mato, sería peor para mí y ya me he divertido un poco. Acerco mi rostro de lunático sonriente al maltrecho montón gimiente de huesos rotos y pronuncio las palabras típicas.
-Que sea la última vez.
Cierro la puerta del negocio y me sumerjo en la noche, fluyo hasta un callejón y emprendo una nueva ruta, más larga de la que haría cualquier persona para ir de “A” a “B”, pero toda precaución es poca. El puto clérigo cazador puede acechar en cualquier parte y no voy bien armado. Con el fajo en el bolsillo no ensangrentado y los sentidos alerta, busco el nuevo hogar que iba a ocupar luego. Y ahí está, 3B del 16 de Buckingham Street. Lo siento Alfred, en realidad no, pero hoy serás la presa. Lástima que mañana te fueses a ir de vacaciones diez días a África.
Extraigo otro cigarrillo apagado del bolsillo que anida a la altura de mi pecho en el abrigo. Lo coloco entre mis labios y lo hago juguetear mientras roza la parte inferior de mi bigote. Es una estupidez de manía que, al parecer, adoptan los mortales que quieren dejar de fumar. ¿Quién cojones querría dejar de fumar? No lo sé. Pero a una cosa si ayuda, a ganarte la confianza de la gente. Junto a mi aspecto sano y mi capacidad de almacenar la mierda de comida mortal, un cigarrillo da el toque perfecto a un disfraz de auténtico diez. A los mortales les encanta oír la bula de que eres un ex fumador luchando contra la adicción y adoptando medidas estúpidas. Da confianza a la gente y establece una mierda de vínculo empático, algo que ya, ni recuerdo apenas que es. Pero, mientras a mí me permita camelarme a alguna fumadora o a algún cliente especialmente cobarde y sin tener llegar a más, simplemente por tener alguna mierda con la que iniciar una conversación, que no sea una hostia en el callejón. A mí el truco, me vale.
Aunque reconozco que ya se ha convertido en una manía. Joder, no he cambiado una mierda.
De camino a la entrega, un picahielos de recuerdos se clava en mi cabeza y se retuerce hasta que el dolor es insoportable. El recuerdo de los difuntos, el maldito seboso me ha hecho recordar.
Odio recordar.
Poco recuerdo de lo que sería una familia. Supe que fui abandonado por mi madre en un orfanato de la Alemania, por aquel entonces, Nazi. Con el tiempo supe, que debí de tener un hermano mayor que defendió Normandía. Un padre oficial que huyó y que apalizaba a mi madre constantemente. La misma madre a la que abandonó y dejó pobre hasta más no poder que, seguramente, murió de hambre o enferma en una calle de mala muerte tras mi parto.
La palabra abandonado, es poco, más bien fui arrojado a los putos perros. Crecí rodeado de retrasados, sádicos y como a mí me gustaba llamarlos, aletargados. Los ojos de todos delataban que habíamos visto cosas poco agradables, pero los de los aletargados estaban más allá de los de cualquiera y muchos morían de inanición o se suicidaban. Ya por aquellos años, empecé a comprender lo útil de ser el más cabrón de todos. Si conseguías a base de hostias que te siguieran tres hasta el jodido infierno. Tu grupo de cuatro comería y el grupo de dos o tres, no. Robar y escabullirse se convirtió en la rutina. Pero todos teníamos que volver al orfanato a la noche si queríamos dormir en cama. Si no volvías una noche, no volvías a entrar.
Los dos puños aprendí a usarlos por aquella época. Ser igual de hábil partiendo caras con la izquierda que con la derecha, te dará muchos amigos y más enemigos en el suelo agarrándose la boca entre arcadas de sangre. Uno de los recuerdos que más a fuego quedó grabado en mi memoria, era el jodido dolor de los puños. No sé cuántas veces me pelee con ellos fracturados, pero había que pelear. No hacerlo significaba morir. Joder, como me dolieron las manos todos esos putos años.
Y el otro hermoso recuerdo de mi infancia era el obispo del orfanato. Si algún día, alguien me dice, que tiene una Fe enorme Lo llevaré a los aposentos privadas de un obispo de orfanato. Ahí la Fe es lo de menos. Pero que seas menor, es lo más. Todos sufrimos ese infiero. Tanto los violentos y jefes de pandillas, hasta los inmutables aletargados.
Mi primera “demostración de cuanta Fe tengo guardada para ti” del obispo, la sufrí al mes de llegar. Cuando las comidas y la higiene me hicieron dejar de hacer parecer un cadáver andante, a un joven bien formado pese a la temprana edad y según decían, atractivo.
Otro puto regalito de la naturaleza. Y qué contento se puso el obispo.
Tras unos cuantos días percatándome en lo mucho que se acercaba a saludarme, en cómo me miraba mientras dábamos clases y cómo me masajeaba los hombros cuando volvíamos de nuestras incursiones. Sabía que algo no iba nada bien.
Y por fin llegó la hora de jugar al santo y su angelito.
-Bronson hijo, creo que deberías venir conmigo para una clase privada de Fe verdadera y personal.
-Anda y que te jodan gordo beato.- Respondí mientras hacía ademán de retroceder por el pasillo, hasta incrustarme en una esquina. Estaba solo, pero eso no me preocupaba, los sesenta o setenta kilos que me sacaba el cabrón sí. Desee tener más poder para destriparlo allí mismo y meterle su poya por la garganta hasta asfixiarse. Pero no.
-Eres un maleducado hijo mío, necesitas que te introduzca a la fuerza la verdadera palabra del Señor.- Sus putos ojos se desorbitaban y salivaba de puro placer al pensar en todas las perversiones que iba a cumplir hoy.
-Me reiré a tu lado mientras te torturan en el infierno, puta bola de sebo.- Y lancé un pobre puñetazo a su cara. Con absurda facilidad me agarró la muñeca y me arrastró como un gorila. Casi me la parte de puta impaciencia.
El resto es otro pasaje más, de la historia sin final feliz de mi vida.
La presa de hierro de la mano regordeta del obispo tiraba de mí por el pasillo. Yo, ya sabía por los demás lo que me iba a pasar y estaba muerto de miedo, joder, creo que hasta me meé encima. El resto de personas apartaban la vista del alto y fortachón obispo y de su indefensa presa. Por aquel entonces, yo era la presa, joder, que mierda de vida. Si hubiese sido inteligente, me habría suicidado como hizo Garrid. Pero no, me empeñé en sobrevivir y me dije a mi mismo que no iba a ser tan horrible como decían.
Vaya que sí lo fue.
Un enorme corpacho de prominente barriga y bien poblado de vello corporal cerniéndose sobre ti, que estás desnudo y malnutrido, en una cama de la que no podrías caerte ni saltando todo lo posible. No pude moverme ni un ápice los diez primeros segundos, hasta que reaccioné y traté de huir del contacto de aquellas grasientas manos que apestaban a incienso y genitales. Aquello, incluso pareció divertir al obispo más de lo habitual. Cuando cedías a los pocos minutos, lo único que veías era una enorme cruz de oro, rebotando sobre el pecho peludo de tu violador. El cual no deja de decirte que te va a dar toda la Fe que tiene para ti. Ese maldito crucifijo, durante tantos años y tantas noches. Tanto dolor por una supuesta Fe y de alguien que debía de protegernos y cuidarnos. A la mierda la Fe y a la mierda los crucifijos.
Clavarle un hierro afilado a aquel cabrón, fue la mayor alegría de nuestra vida. Y aún muerto, nos daba miedo. Con los metales oxidados sumergiéndose en su vientre y el vómito juntándose en un charco con sus fluidos alrededor de su cadáver. Pese a que eres una visión hermosa, no pudimos quedarnos más de unos segundos a contemplarlo. Decidimos vivir libres. Pero no teníamos ni puta idea de la mierda de Alemania en la que nos zambullíamos por aquel entonces.
Dar palizas a chicos indefensos de nuestra edad para robarles, robar de tiendas en las que había poco que robar y amenazar o matar a señores, señoras y chicas que llevaban comida a sus casas en bolsas. Toda aquella mierda sin sentido, para poder sobrevivir en un país asolado por las bombas, la enfermedad, el odio y la derrota. Anda y que tengan cojones los demás a decirme que su vida es una mierda.
Y con los ahorros y la edad llegó nuestra chispa de esperanza. Un barco a Irlanda del Sur. No teníamos ni puta idea de que era eso. Pero un chico especialmente molesto empezó a perseguirnos por todo Bremen. Era violento y nos atacaba al dividirnos. Menudas hostias daba y lo peor es que sus ojos aún me recuerdan a alguien. Pero la vida, salvo por ese puto subnormal, era muy jodida y empezaban a conocernos por todos lados. Había que seguir nuestro estilo de vida lejos y ese barco nos llevó a nuestro nuevo hogar. Dublín.
Joder esa ciudad apestaba más que la nuestra y una chica alemana nos enseñó durante tres semanas el idioma, a cambio de alimento y protección. Y de que me la tirase claro.
Los puertos no fueron tan mal hogar, era nuestro medio natural de vida. No teníamos un puto duro así que ya desde el primer día, un tío acabo con una paliza encima, sin dinero y flotando en las aceitosas aguas del puerto por la noche. Joder allí había mucho incauto y mucho hijo de perra peligroso armado. En esas zonas decidimos, por unanimidad, no robar. Pensábamos poco, pero lo justo para seguir vivos.
Nuestra querida y exageradamente dotada profesora desapareció un día sin dejar más rastro que un zapato y sangre en su vivienda habitual. No pude tirármela más, una lástima. Pese a todo, lo importante en aquel momento era que ya sabíamos lo justo para extorsionar y amenazar a cualquiera. Fueron buenos tiempos para el grupo. Pero la mierda acabó cayéndonos encima.
Tras conseguir sobrevivir unos años, con algunos cargos de conciencia, pero felices. Llegó la bofetada de realidad para unos jóvenes que se creían inmortales.
El primero al que sonrió la muerte fue a Kimmel. Tres balas de calibre policial y un cráneo reventado a nuestros atados pies mientras robábamos comida y ropa por cuarta vez ese mes en una zona comercial. Y la guinda del pastel, un grandioso y psicópata hijo de puta que sonreía mientras veía el cuerpo de nuestro amigo caer a plomo. Nos pudo haber tocado a cualquiera y le tocó a él. Los demás accedimos inmediatamente a dejar de cometer crímenes sin sentido y hacerlos con sentido. Sentido para la mafia.
La segunda bofetada, año y medio después por creernos unos putos listos. Joseph, ahogado en gasolina delante nuestro, mientras llorábamos atados desnudos a unas sillas de madera y habiendo recibido varias palizas. De nuevo, tuve suerte o le caía bien a alguien. Aprendimos que robar a los jefes no era buena idea y que sin saber cómo, se enteraban de todo.
Tercera bofetada de realidad y el último paso a la soledad. Sabrini. Mientras escapábamos de un trabajo particularmente sucio, nos tocó huir en motos. Pasar a toda velocidad entre vehículos puede darte un subidón, o puedes darte un ostión. Y lo segundo fue para él. Doblar unas calles y encontrarte con un tractor volviendo del campo es una gran putada. Uno de nosotros lo esquivó, el otro no. Ya se sabe cuál.
Con la soledad, llegaron los narcóticos. Mi nuevo amigo tras muchas pruebas con otras prostitutas psicotrópicas baratas y analgésicas, acabó siendo el tabaco. Y desde entonces trabajé solo. Hasta que en mi trigésimo cumpleaños y siendo uno de los parte piernas más famosos de la mafia de Dublín, me llegó una invitación a una fiesta de cumpleaños. La rompí y la tiré a la papelera, suponiendo que sería alguna broma macabra de los gilipollas con los que me tocaba trabajar a veces o de algunos funcionarios de prisión particularmente sarcásticos.
Pero en vez de eso, me encontré con un culatazo en la nuca y amanecer con un dolor de cabeza de tres pares de cojones en un garaje privado de una casa en medio de vete a saber tu dónde.
Un machaca típico de todo buen pub que se precie me levantó sin esfuerzo. Estaba atado y el único golpe que intenté propinarle lo esquivó sin mucho esfuerzo. El cabrón era rápido. Tras andar por unos pasillos de suelo enmoquetado en terciopelo rojo con cuadros enormes montando eterna guardia al óleo a ambos lados y guardias armados acompañados de canes de proporciones desmesuradas guardando algunas puertas misteriosas. Llegué a mi fiesta de cumpleaños envuelto en dolor de cabeza, miedo y desorientación. Que puta ilusión…
Y ahí estaba, todo por lo que yo partía piernas, brazos, quemaba, asesinaba, robaba y demás cosas acabadas en “aba”. Los jefes de la familia. Un grupo de gordos trajeados con canas y caras de auténticos hijos de puta, que dejaban entrever sus rasgos de locura y perfidia entre las sombras que proyectaban escasas lámparas en el techo. Ante ellos una gran mesa con tapete y un montón de dinero. Se estaban jugando en una noche más de lo que había ganado en quince años.
-Adelante Bronson- Dijo la sombra de traje blanco y sonrisa más amplia, sentado en el centro de la partida.-No tengas miedo, no mordemos.- Un estallido de risas de bocas a medio abrir entre las caras en penumbra del resto de jugadores. El aura de violencia que emanaban era muy palpable. Muy real.
Tal y como me indicaron, me senté en un asiento libre y bebí con ellos. Me sirvieron unos criados con traje azul un vino tinto menos espeso que el suyo, pero muy bueno o eso fingí. Jugamos un poco a las cartas y gané 23.000 libras mientras les contaba algunos de mis recuerdos e historias de trabajos memorables. Tampoco di demasiados detalles y procuré tener el semblante impasible. Todo muy divertido hasta que el de traje blanco se levantó y me agarró los hombros desde atrás. No supe el motivo, pero me quedé bloqueado y más muerto de miedo de lo que jamás había estado en mi vida. Incluso deseé volver a estar tumbado boca arriba viendo el crucifijo en el pecho del obispo.
-Bronson, chiquillo. ¿Por qué no dejamos jugar a los caballeros y vamos a dar un paseo? Nos vendrá bien hablar de negocios a ti y a mí en privado.
-Como usted guste señor…- Me di cuenta de que, llevaba un largo rato hablando con gente, que no tenía puta ni idea de quienes eran y les había contado detalles de mi vida que nadie sabía. Para mi habitual misantropía, era más que increíble.
-Bah, los nombres no son importantes. Sólo los vínculos.- De nuevo otra ola de risillas entre los siniestros jugadores de la mesa.- Sígueme.
Varias habitaciones más allá, en una sala de grandes sofás y mueble bar con billar, se me presentó quien resultó ser el puto líder de esta organización. Procedió a dejarme bien claro quién era y lo contento que estaba. Me dijo, que pese a ser mi cumpleaños, a él también le habían hecho un maravilloso regalo. Un regalo que iba a entregarme a mí, de nuevo el acojone amenazaba por salírseme por las orejas.
Y tras acceder a permanecer en la organización pasase lo que pasase y a seguirle en todo lo que me ordenase, con perfecta admiración y disciplina. Vamos que, más mierda como hasta ahora, pero más personal; sinceramente en ese momento tampoco vi otra vía de escape que no fuese aceptar. Tras la ceremonia de apertura al discurso principal que intuía se avecinaba, comenzó el desvaríe.
Me habló de la mascarada y de su manera ruín de esconderse con miedo, de la gente como yo, mortales. De la inmortalidad y de la sangre y su poder. De los clanes que vivían y de que en resumen, el jodido mundo estaba controlado por vampiros. Sí señor, toma ya. Yo que quería llevarme mis putas libras a casa y correrme una buena juerga y voy y me encuentro con el tío más peligroso que jamás haya conocido, hablándome de vampiros y su puta madre. Ah, no olvidemos la guinda del pastel, él mismo era un vampiro.
Tras ofrecerme asiento, caí a plomo. Sin duda esto estaba siendo un poco fuerte. Joder un poco fuerte era quedarse más que corto Bronson. Mi cara de incredulidad debió de ser para foto de carnet. Tras reírse durante unos segundos al verme en shock con cara de paleto de granja al ver un motor funcionar por dentro, me ofreció el mejor tabaco que he probado en mi vida y el último que recuerdo haber probado. Mereció la puta pena todo, sólo por aquel largo cigarrillo joder.
-Te veo tenso hijo. ¿No te has creído una mierda de lo que te he dicho?- El tono no parecía amenazante, pero aun así me tenía haciendo temblar las rodillas.
-Hombre, póngase en mi situación- Conseguí argumentar entre caladas de exquisito petróleo refinado de gran reserva.- Toda esa historia suena a fantasía y drogas, más que a algo real. Sin ofender.- Apresuré a añadir, tras una calada celestial y unas décimas de segundo de reflexión.
-Jajaja, tranquilo, no me ofendes en absoluto.- Decir aquello mientras sacaba un cuchillo de veinticinco centímetros de un cajón de caoba y lo acariciaba susurrándole vete a saber qué. No fue precisamente la mierda más tranquilizadora que me esperaba. Al menos tenía mi cigarro.
-Bueno, tranquilo. Muy tranquilo, no es que esté. Pero eso ya desde el culatazo en la nuca.- Va el muy cabrón y se ríe.- Y el estar aquí con un desconocido armado, que dice ser para quien he trabajado todo este tiempo y encima que dice que es esto… Uhmmm… un puto vampiro. Pues, no me cura la úlcera de estómago precisamente.
-Entiendo tu preocupación chiquillo. Eres un perro alerta y violento, lo que busca nuestra familia y nuestro clan.- Mira por cuarta vez el reloj de oro, me está sacando de quicio.- Para mí, eres un candidato perfecto, no todos lo aprobaban, pero acabaron cediendo al ver que conseguí el permiso.
¿De qué coño de permiso habla? ¿Qué cojones hace dando tanta puta vuelta alrededor mío con el cuchillo? ¿Y qué coño es tan importante como para mirar la hora setecientas putas veces? Tenía los nervios a flor de piel y no sabía que hostias hacer, si tirarme por la ventana o quitarle el cuchillo y salir de aquí rajando cuellos. Ha sido la peor experiencia de toda mi vida y a día de hoy sigo odiándola.
Sigo odiándole.
Sigo odiando esta mierda de mundo.
-Bueno, te demostraré que sí somos reales. Y qué poderes tenemos los vampiros. Espero que así, no vuelvas a pensar jamás en agredirme ni a mí ni a los míos, que pronto serán, los nuestros.- Acto seguido de terminar la frase, el muy loco se mete todos los centímetros de fría hoja en el plexo solar delante de mí. Una herida más que letal.
Pero ahí tengo otra jodida sorpresa más hoy, creo que me va a dar un puto infarto y la delicia de nicotina cae dando vueltas de mi boca hasta la moqueta. Mi semblante desencajado, no me permite nada más que balbucear y observo como se ríe y anda hacia mí con un cuchillo ensartándolo. Me insta a retirarlo y tras tardar unos segundos en reaccionar, lo hago. La puta hoja tiene muy poca sangre y el tío está tan normal. Se quita la ropa y se cambia delante de mí, no tiene ninguna herida ni cicatriz. Estoy a punto de vomitar. Pero justo rompen el hechizo al llamar a la puerta a la par que el monstruo acababa de hacerse la lazada de la corbata.
-Señor ya están aquí los invitados.- Anuncia desde la puerta entreabierta un mayordomo respetuoso y reverenciando, vestido con un traje azul.- ¿Les hago pasar ya?
-Treinta segundos y pueden, estoy terminando un asunto.
-Como desee.- Cierra la puerta y repite esas palabras a alguien al otro lado.
-Chiquillo, pásame el cuchillo, no sería conveniente negociar con un calvo desquiciado armado en la sala.- El viejo lo atrapa al vuelo por el mango a una velocidad asombrosa y lo pliega y guarda en el cajón aún más rápido si cabe. Joder, esta mierda empieza a ser real. Entonces el cabrón me mira con ojos de haberme visto haciendo malabares en medio de un funeral.
– Chiquillo recomponte, respira hondo y haz lo que mejor sabes hacer, tenemos trabajo. Siento joder tu hermoso cumpleaños de mierda, habla cuando yo te diga y hazlo bien, no me jodas precisamente hoy.
Esa mirada me habría hecho vomitar cualquier cosa que estuviese digiriendo. Pero con toda mi voluntad temblando me levanto del sofá y me dirijo a la pequeña mesa junto a la chimenea apagada. Me siento, me aliso la ropa y coloco el nudo de la corbata. Enderezo la espalda y saco a relucir mis pómulos, junto con la sonrisa inquietante que solo obtienes tras años de espejo e intimidación.
La puerta se abre y tres tíos de mala pinta y traje abierto entran en la sala. Los identifico antes de que el primero haya terminado de entrar. Camellos. Escoria criminal, de la que además prueba la mercancía. Putos idiotas de la peor clase y entran tan contentos, sirviéndose ellos mismos el coñac, debería partirles la cara ahora mismo.
Sigue sonriendo gilipollas, como sean vampiros, estás muerto.
El que se seguro que es un vampiro, sonríe y los invita a sentarse a la mesa sin presentarme. Supongo que mi cara deja sobradamente claro lo que soy. Como la versión reducida y calva del gorila que les acompaña, dos metros de músculos y con una de esas barrigas contra la que te partes la mano al golpear. Menuda reunión, la puta corte de palacio real es esto.
-Bueno caballeros, bienvenidos, como siempre. Es un excelso placer hacer negocios con ustedes. Espero que esta vez sean tan prometedores como la última vez. ¿Qué y cuánto desearán?
-Bueno viejo déjate de formalidades, ya nos conocemos desde hace bastante.- El capullo delgado con pintas de meterse hasta lo que estornuda el gorila parece el jefe. Yo, continúo sonriéndoles con las manos juntas sobre la mesa y los codos apoyados, levemente inclinado. Una pose perfecta para dar a entender a cualquiera que entienda, de que te voy a partir la cara si te pasas.- Veamos cuanto tienes ésta vez y veré lo que te pago.
-Si me disculpáis un segundo, yo y mi acompañante lo traeremos inmediatamente.- El abuelo me da un manotazo en el hombro mientras se levanta y yo me entretengo en entregar envuelta con mucha amenaza y psicopatía una última sonrisa más a nuestro colocado invitado. Sigo al abuelo a una puertecita en la que no había reparado previamente a nuestra espalda.
-¿Son vampiros también?- Pregunto nada más cerrarse la gruesa puerta.
-Que va, sólo son retrasados. Están muertos y no lo saben. Bienvenido a tu nuevo nacimiento.
-¿De qué coñ…?
Joder con la habitacioncita, aparte de un surtido de botellas de vino rojo en botellas de cristal excesivamente talladas, está llena de maletines con droga y hay armas por todos lados. Desde cuchillos a pistolas, escopetas, una UZI, granadas y una espada que llama mi atención en la pared. No tengo, literalmente, ni puta idea de qué es. Es fina y ligeramente curva, con la vaina lacada, grabados y algunas incrustaciones de marfil en el mango y otras piezas, que no reconozco.
-¿Te gusta la catana? Es una hermosa pieza, traída de Asia por un vampiro de otro clan, amigo mío. Bueno, amigo por que le pagué lo suficiente por su trabajo y su arma. Está muy afilada y en manos hábiles pues… Bueno, que cojones, te la regalo. Ve y compruébalo por tu cuenta.
-¿Qué, que cojo…?- Atrapo el arma con ambas manos al vuelo, pesa muy poco y al desenvainarla, el acero es de un azul oscuro con un filo de formas puntiagudas rojo, color sangre. Su belleza es hipnótica, hasta me he olvidado de mi amado cigarrillo. –Espera, ¿quieres que los mate?
-Sí, pero quiero que me jures lealtad. De nuevo se quita la camisa y el traje, empiezo a oír risas estridentes y golpes sobre la mesa, los cabrones deben de estar bebiendo o algo peor. Lo que sí que huelo es tabaco, joder, que monazo.- Somos el clan Brujah, antiguos vampiros descendientes del imperio Mesopotámico, es todo un honor ser vampiro y formar parte del clan. Te estoy ofreciendo una oportunidad única en la vida y puede que la última que tengas en ella.
Hostia, que sutil el abuelo. No sé qué coños dice de mesostias ni de honores. Yo solo veo ambición y trastorno en sus ojos. Más que un caballero, me parece un demonio. Pero tengo que responder y bueno, por qué no, habrá que darle un vuelco a la vida y por fin tener ese poder que tanto ansié desde el día que el amor de cristo inundó mi desgarrado recto. Joder que si quería poder, la euforia empezó a inundarme. Comprendí lo que iba a pasar en décimas de segundo y una sonrisa adornó mi curtido rostro y mis cejas se entornaron. El abuelo sonrió y en ese momento hicimos un buen vínculo.
El muy hijo de puta podía haberme dado un papel con todo lo que ello implicaba para firmar si estaba conforme. Puta inmortalidad y eternidad de sufrimiento y ni lanzándome a las mierdas más gordas he conseguido morir. Nada de fumar, nada de comer y nada de nada.
Odio toda esta porquería.
Aún con la catana o como él la había llamado ligeramente desenfundada, no consigo defenderme del ataque. Y en décimas de segundo, estoy en el suelo con un tío destrozándome la garganta, el dolor es enorme y encima para otros se supone que “el beso” fue placentero. Que les follen.
Noto cómo la vitalidad me abandona y me muero, joder, que me moría de verdad. Bueno es más. Morí. Si, sé que suena inverosímil, pero que le jodan a todo, ahora soy más poderoso y puedo dar utilidad al ganado que tengo que matar por trabajo. Ofertas en la sección de ironías de la puta vida.
En lo que me parecen años, pero realmente fueron segundos, me despierto del desmayo. Si claro, desmayo, puto idiota que eras Bronson. Y estoy más hambriento que nunca, estoy con más sed y hambre que en el orfanato, muchísimo más. La rabia me inunda y no paro de mirar a un lado y a otro. Y en la habitación que para mi es el comedor, sólo veo al viejo. Las ganas de matarlo superan a cualquier cosa. Lo miro y babeo de hambre al ver su cuerpo desnudo para morder y una herida en su muñeca aún goteante. Me lanza la catana de nuevo y me da un empujón sobrenatural. Abre la puerta y ahí está, el ganado. La primera cena y la última raya, dos cuadros en una misma sala.
-¡Pero que coños pasa contigo, suelta esa espada gilipollas!
En realidad eso es lo que creo imaginar que sucedió, estaba obnubilado por el despertar y sólo ansiaba ríos de sangre caliente descendiendo por mi tráquea. Así que, sacié las ansias. Siete tajos precisos e inmediatamente la catana volando arrojada con furia hacia el otro lado de la habitación. Unos surtidores de delicioso líquido rojo están clamando a mi boca y tiñendo la habitación. Con las manos libres agarro los cuerpos mutilados y decapitados y mamo de la fuente hasta quedar saciado, tendido en el suelo hinchado de éxtasis.
-¡Joder, que destrozo, no pensé que fueses a cortarlos tanto. Morder es menos sucio cabrón!- Le veo, me mira desde arriba con algo que parece cólera, pero me da igual, estoy saciado y más feliz que nunca.- Eh chiquillo; despierta ¿ves esto? Mira a tu puto alrededor.
Joder, que si pesado. Sangre y suciedad manchándolo todo. Está hermosa la habitación. Es una obra de arte, “putos retrasados esparcidos” yo pagaría por verla. Qué coño, reconozco estos putos signos. En medio momento de lucidez me doy cuenta de que estoy colocado de cojones. Me cuesta centrarme y empiezo a ponerme violento de nuevo, pero contra el abuelo no sería una genial idea.
Y por primera vez, empiezo a contar hacia atrás desde diez. No respiro, que coño pasa, no puedo respirar ni lo necesito. Me pongo más nervioso si cabe y al terminar la cuenta atrás, no me ha relajado una puta mierda. Pero tengo al abuelo arrodillado a mi lado, con su mirada pétrea para hacer lo que no hacen ni los fármacos. Mi cuerpo se para y mi mente no divaga, me pierdo en su mirada violenta y decidida.
-Eh, espabila chupayonkis. Tengo más cosas que contarte y te necesito aquí.- Chasquea los dedos en mis narices.- Me refería, a que si ves a esta mierda de mortales, entran vacilando y creyéndose los putos amos de la granja. No son más que comida y eso es lo que deberían seguir siendo. Casi controlamos todo su mundo y aun así, tenemos que dejarles creerse tanto. Simplemente no es natural, somos nosotros los amos del cotarro. Joder, pero que color más saludable se te ha quedado. -Lo acompaña con un par de guantazos poco paternales mientras ríe a carcajada limpia.
-Vas a ser perfecto para las misiones. Como puedas aguantar la comida, vas a ser un gran regalo. A ver calvete, nosotros vivimos en comunión y para la Mascarada; sus normas son que debemos permanecer en la sombra. Pero nosotros, además, vivimos para otra causa vampírica. Todos sospechan de nosotros pero nos ignoran, creen que somos violentos descerebrados, pero tenemos más poder del que se creen y amigos en ambos lados de esta guerra. Y tú, amigo, serás una buena pieza en el tablero de ajedrez.
Sin enterarme una puta mierda, asiento y me uno a este clan en medio de una sobredosis, sencillamente genial Bronson. La vida para mi sigue igual, solo que exclusivamente de noche. Todo es más violento y más arriesgado. Pero tras tantos años, estoy hasta los cojones y odio la inmortalidad. Los recuerdos viven ahí y es una tortura lidiar con ellos. Odio este mundo y odio a los vampiros. Joder, necesito un cigarrillo con piernas.
Tras varias semanas de reuniones y presentaciones. Todo siguió su cauce y yo encontré nuevos retos en mi vida. Los tejados y la noche se convirtieron en mi refugio y mis habilidades crecieron con el tiempo. Los trabajos eran mejores y mejor pagados, hasta el punto de cobrar al mes un salario fijo por hacer cuantos trabajos me mandasen.
Como la mierda de hoy.
Tras doblar una esquina, la luz de un farol sin cristales me deslumbra levemente y el recuerdo me incita a arrodillarme y ponerme en tensión total. Malditos Fe pura, si aquel día no hubiese estado atento, estaría siendo torturado por los fanáticos religiosos de mierda. Y ese cazador moderno, ese cabrón que afirma traer la venganza del Señor por su padre muerto. No sé quién cojones puede ser el cazador abuelete, pero pelea condenadamente bien y dispone de cosas bastante peligrosas. Por suerte, conseguí despistarle hace meses en Humpolec, en la puta República Checa. Jamás pensé que llegaría a usar tantos aviones ni tantos trenes. Pero el tío era jodidamente persistente. Allí se pierda durante años. Y yo estoy aquí de nuevo obedeciendo a mi Sire. No sé por qué le respeto tanto, pero bueno, paga bien y cada vez se porta mejor con las misiones. Además de que tiene unas ideas que me atraen bastante, soy un soldado infiltrado en esta sociedad humana. Pero jodidamente menos loco que él y sin ser tan ferviente. Pero qué loco está el cabrón.
Tras entregar el pago, me dice que tengo un nuevo encargo urgente. Además, ding, ding, premio gordo, debo usar a mi niña. Sonrío de pura diversión infantil y me da un proyectil en una caja metálica delicadamente ornamentada.
-Es incendiario, tienes una oportunidad. Así que ten cuidado. Toma, lugar y vehículo. Haz lo que mejor sabes y vuelve con buenas noticias. Corre, que tienes más trabajo a la vuelta.
Joder ni un puto respiro me va a dar esta semana. Pillo gabardina, casco, funda de guitarra y una preciosa escopeta lanzagranadas M79, cortesía del gobierno americano y arma veterana de Vietnam. Bueno y cortesía de mi Sire, claro está.
Voy rugiendo a lomos de mi motocicleta a la M81 pasando el memorial Park, 3:40 de la madrugada. Joder lo han clavado. Ahí pasa el vehículo al que estaba esperando. Sin duda son vampiros, si no, para que tanta molestia y para que mandar a un cabrón como yo. Tengo que ser rápido y limpio. Acelero la moto cuando están a una distancia prudencial y el motor de la Triumph Speed Twin del año en que nací yo, 39, ruge como un tanque a toda potencia. El aire mueve toda mi ropa y la funda de guitarra en mi regazo apenas se mueve, todo perfecto.
Pero todo se jode siempre en este trabajo y cuando estoy acercándome al vehículo del mismo color y el mismo júbilo que los coches fúnebres. Y apenas habiendo levantando la tapa de la funda para sacar a la pequeña, me disparan. Joder los proyectiles me pasan rozando las patillas de las gafas y me impactan al menos tres balas, puta mierda. Y lo peor, me han dado en la moto, ahora la han jodido bien. Dirección contraria y momento de esquivar coches y camiones, me acuerdo del tractor al doblar la esquina y de Sabrini, otra huida en moto de un trabajo sucio.
Para imbécil, concéntrate que te estampas.
Joder quiero un puto cigarrillo.
Una veintena de tiros me silban y otros dos rallan el chasis. Joder, joder, joder, la están cagando. No sé de donde coño han sacado esa puta información, pero ahí está el cabrón asomado. Me fijo en sus ojos, levanto la visera del casco y lo miro, es un duelo de voluntades y el muy cabrón es un tío duro. No sé en qué coño piensa ese hijo de puta disparándome a mí, pero voy a hacer que sufra y mucho. Un giro del manillar en último segundo y la gabardina aletea contra la caja de carga de un camión, oigo que justo acababan de empezar a dispararme de nuevo. Hasta los cojones. Con una mano me arranco el casco y con la otra aprieto la escopeta lanzagranadas contra mi abdomen, unas milésimas mortales pero necesarias, quiero que ese cabrón me vea y vea como le destrozo. El casco acaba enganchado atrás con un movimiento fluido y la mano en el manillar, justo cuando la caja del camión se termina. Un acelerón y paso a escasos centímetros de los faros de un coche, una línea diagonal letal.
Paso por detrás de esa carraca negra y con la zurda, la favorable por la postura del arma y para evitar a ese gilipollas, desenfundo. Paso a unos veinte centímetros del maletero y veo a cámara lenta a través del cristal la cara del inminente difunto seguirme. La llovizna se congela y mi mano sincroniza la velocidad de la moto con el tiempo de adelantado, la boca está alineada con la ventanilla bajada y veo a la otra pasajera. Una cría de vestimenta gótica de lo más siniestra, sus movimientos de manos no son naturales y una hoja afilada de pura sombra, me hace un corte horrible en la cara a velocidad inhumana. Joder cómo dolía el puto corte y notaba en aire entrando en mi carrillo abierto hasta mi garganta.
Pero están perdidos, si me atacas así, mejor mátame a la primera. Aprieto el gatillo y el proyectil se introduce en los asientos de atrás mientras adelanto al vehículo, que estalla junto a una deflagración y su maletero se eleva hacia el firmamento, ahora de un refulgente color naranja. Avanza varios metros derrapando por el asfalto con el morro y vuelca. Las llamas que veo por el retrovisor me causan pavor y he notado el desagradable calor, joder puta potencia que tenía el proyectil. El sire sabe cómo encargarse de los enemigos ¡Pero hostias, casi me mato yo! El vehículo produce otro estallido y vuelca en Knockmore Gardens. Así arda durante horas con ellos atrapados dentro.
Casco puesto de nuevo y mirada al frente veo que hay mucho público, no es buena idea y habrán dado descripciones. Apago luces y cruzo desde Killinardan Heights el Killinardan Park. Vuelta a casa a oscuras y pocas revoluciones. Durante el trayecto, mientras iba atento al menor indicio de persecución. Juraría haber visto un grupo de sombras en un semicírculo paradas en medio del parque, observándome, joder esta noche está siendo de lo más rara.
Tras un rodeo de veinte minutos extra, como de costumbre y con la moto en garaje seguro, vuelta a ver al Sire. Una palmada y otro fajo de dinero.
-Cámbiate esa camisa y sal así tal y como estás, al castillo. Tienes una reunión con el príncipe y más gente, mantenme informado y recuerda lo que perseguimos.
-Sí, mi Sire.- Mientras miro la camisa con cuatro agujeros, me doy cuenta de que estoy realmente herido. Y joder, quiero un puto cigarrillo.
Cuando acabo de vestirme, el abuelo me ofrece una botella de cristal exquisitamente tallada, la puta botella de seguro vale más que mi trabajo de ésta noche. Y el líquido rojo de dentro llama por completo mi atención. Tras saciarme de una sangre que me ha producido un éxtasis como hacía mucho que no sentía, amoldo la gabardina a mi cuerpo y me dirijo hacia la puerta. Una última mirada al abuelo.
-¿Quién coño eran esos a quienes he matado? No eran normales, usaban trucos bastante peligrosos y me dispararon a la mínima que me acerqué.
-Eso no importa y los trucos; serían imaginación tuya.- Y una mierda, viejo cabrón pienso en murmullos por si puede oirlos.- Tu sólo obedece y mantenme informado, obedece al príncipe y a quienes te asignen.
-No suelo preguntar nunca, pero no soy imbécil. Al menos, no tanto como tú te crees. Eso no era un cuchillo y el tacto era muy doloroso. Dime al menos por qué; por qué han debido morir otros vampiros y nos arriesgamos a tantísimo.- Acabo de pensar lo que he dicho, un poco tarde retrasado. Pero ya está hecho y mi semblante no se modifica, ya soy de confianza y me la acabo de jugar mucho, más de a lo que estoy acostumbrado. Que suelte prenda por una puta vez. Venga ojos, no me falléis, desorbitaos un poquito.
-No me gusta que preguntes chiquillo, pero está bien. Dos palabras y te largas a hacer la puta mierda que te he mandado. No hagas que me arrepienta de haber confiado en ti, tengo más proyectiles incendiarios.
Se hace de rogar, pero no pienso arrepentirme. Vista al frente y determinación inacabable. Joder que recuerdos me trae esto de mi infancia. Que mierda de vida de verdad.
-Eran traidores. Ahora lárgate y llámame con noticias interesantes o no me llames.
Un sobre con tres números diferentes y un teléfono de usar y tirar. Que cabrón más precavido. Cuando quiere.
Mis pasos se funden con la oscuridad, mi sombra es la calle y el sonido de un gato es acompañado con el de alguna sirena lejana y la sinfonía de una ciudad durmiente. Pocas caras veo por la calle y aun así, me parecen demasiadas. Cuarenta minutos más tarde cuando deberían haber sido quince, llego a las puertas del castillo y ahí están, dos guardias con pinta de cabrones estirados. Me arreglo el cuello de la gabardina y pongo mi sonrisa lunática marca Bronson de la mejor calidad.
-¡Alto! ¿Adónde cree que va?
Puto subnormal, a que cojones crees que vendría alguien aquí. Me dan ganas de decirles que a poner una bomba de fósforo del tamaño de la polla que se come su madre y que si quiere una para él, maldito sopla…
10, 9, 8… Relájate imbécil. Necesitas un puto cigarrillo y un cerebro nuevo. Procedamos cuanto antes con ésta mierda.
-Tengo una reunión con el príncipe. Soy Bronson.
Las armas medievales se separan y me permiten el paso a palacio. Mi sonrisa se desvanece y continúo mi marcha hacia el interior. A ver si termina rápido esta semana de mierda.
Odio esta vida.
Odio ser inmortal.
Odio este puto mono que tengo.
Y te odio a ti puto chucho.
Un relato con un estilo muy Sin City. A ver en qué termina todo.
Continuarà?
si continuará. Hay un capítulo más escrito y estoy escribiendo otro. A ver si está a la altura.