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Vientos de Destrucción: Relato de Warhammer 40000 creado por Wolfen

Y este es el segundo relato que nos paso nuestro gran amigo Wolfen. Que lo disfruteis y decirnos que os ha parecido.

El viento soplaba en la superficie del planeta como si el Ojo del Terror mismo se hubiese abierto sobre los anaranjados cielos del atardecer, iluminado por el sistema estelar binario. El Capellán Sixtus, de la Quinta Compañía de Ultramarines, intentaba soportar el dolor gracias a las drogas que la servoarmadura le proporcionaba por vía intravenosa: un disparo del enemigo le había reventado su mano izquierda, dejándole desprovisto de su amado crozius, que se hallaba partido en dos, en el suelo, junto a un enorme charco de sangre. Ahora sólo podía manejar su enorme espada sierra a una mano, la diestra. Sintiéndose algo débil, ya que había perdido mucha sangre, se puso en pie, alzándose entre la destrucción y el caos, y miró, entre el humo y las llamas, a su alrededor: la emboscada que les habían tendido habría sido completamente exitosa de no haber tenido el apoyo del Señor del Capítulo en persona, Marneus Calgar, quien había enviado un par de Cañoneras Thunderhawk para la cobertura aérea, alertado por la falta de noticias de su Compañía. Éstas estaban tomando tierra apenas a media milla de distancia. De ellas surgieron varios apotecarios, seguidos de una escuadra de Devastadores, y algunos exploradores tras ellos.

Tiranidos_Vs_Ultramarines

Sixtus contempló los cadáveres de quienes hasta ahora habían sido sus hermanos de batalla, cubiertos de sangre y metralla. Rezando una letanía de responso entre murmullos en honor a los caídos, no advirtió la presencia del Sargento Telion, veterano y venerado explorador del Capítulo, de quien incluso fue alumno el propio Calgar, que avanzaba a su encuentro mientras daba órdenes a sus pupilos exploradores.

– “¿Hermano Sixtus, te encuentras bien? Hermano…”

– “Mis respetos, Telion” – dijo, finalmente, Sixtus, al ver delante suyo al veterano explorador, quien portaba unas lentes térmicas.- “Gracias por vuestro apoyo, de no ser por vuestra aparición, hoy los enemigos del Imperio estarían celebrando una nueva victoria”.

–  “Espero que me informes en cuanto hayas recibido la atención del Apotecario, ya que a nuestro Señor Calgar le alegrará saber que os encontré tras vuestra ausencia de noticias. Pero me gustaría saber primero dónde está el Capitán de la Compañía, Caito Galenus”.

– “Él… no lo consiguió. Fue el primero en caer, alcanzado por las minas enemigas. Su cuerpo, o lo que queda de él, yace tras aquellas rocas.”- dijo, señalando con su espada sierra a un punto al Oeste de donde se hallaban, justo al otro lado de las Cañoneras.

– “Lo lamento, hermano. Es hora de que te llevemos a la Vae Victus y descanses, y luego nos informes. Hermano Gnaeus, estableced un perímetro y ayudad a los caídos y heridos, nos reuniremos en la nave”- le dijo Telion a otro explorador. Tras estas palabras, acompañó a Sixtus, ayudándole a subir a la Thunderhawk que tenían más cercana.

 

Varias horas después, tras la atención de servidores y tecnosacerdotes en una de las estancias de recuperación de la Vae Victus, Sixtus parecía haber vuelto a la vida: le habían implantado un nuevo miembro, que sustituía al ausente, y notaba cómo éste recuperaba la movilidad con asombrosa rapidez. Además, las transfusiones de sangre le daban nuevos bríos. Ahora se encontraba en sus aposentos, una estancia que Telion había ordenado que le fuera preparada y asignada en cuanto se recuperase de las heridas. De pronto, la puerta se abrió y Sixtus reconoció enseguida a aquel Ultramarine: era Aecius, uno de los más prometedores reclutas que el capellán había conocido nunca en el cuerpo de Ultramarines, al cual llevaba perteneciendo más de tres siglos.

– “Señor, se le requiere en el puente”- le dijo.

– “Bien, llévame allí. Vamos”.- ambos salieron de la estancia y atravesaron varias salas y pasillos, en uno de ellos, Sixtus se detuvo, y miró por la claraboya que tenía a su derecha. Allí, bajo la nave, se alzaba la superficie desértica de Shaprias: de ella ascendían negras columnas de humo, allí en donde los Ultramarines habían permanecido a la espera de refuerzos, combatiendo al enemigo.

– “¿Hermano Sixtus, va todo bien?”

– “Cuéntame, ¿cuál ha sido el recuento de bajas?”

– “Han caído diez de los nuestros, señor.  Hay varios heridos de diversa consideración, pero sobrevivirán para poder combatir de nuevo”.

– “Diez… vaya” – pensó en voz alta el Capellán- “Está bien, vamos, joven Aecius. Debo informar a Macragge. Ahora que no tenemos Capitán, debe ser nombrado uno”.

En el puente de mando, dominado por una enorme plataforma elevada, había varios servidores, afanados en pilotar la nave y permanecer atentos a las pantallas y comlogs que parpadeaban incesantemente.

– “Hermano Sixtus, adelante, únete a nosotros”- la potente voz de Cato Sicarius, Capitán de la Segunda Compañía, reverberó en toda la sala. Junto a él, Telion y un par de marines más permanecían en la plataforma elevada desde la que se gobernaba el rumbo de aquella barcaza de combate.

– “Establecida comunicación con Macragge, Señor”- informó un servidor, a la vez que pulsaba una pantalla holográfica. Delante de la plataforma apareció una inmensa imagen frente a ellos, poderosa: El Trono de Ultramar, en Macragge. Allí estaba, sentado, Marneus Augustus Calgar, Señor de los Ultramarines. Todos los allí presentes se inclinaron ante su Señor.

– “Hermano Sixtus. Tú eres el Capellán de la Quinta Compañía de nuestro Capítulo, y como tal, eres el superviviente de más alto rango. Infórmame de lo sucedido”.

– “Sí, señor”.

“Permanecíamos en éste sector rastreando señales de Tiránidos, pues nos constaban informes de que un pequeño grupo se había alejado de su Flota Principal, cuando recibimos una señal del puesto avanzado de la Guardia Imperial en éste planeta, pidiéndonos ayuda.

Sin dudarlo, el Capitán Galenus dirigió el Crucero de Combate de la Compañía hacia éste sistema, y eligiendo a treinta de nosotros, descendimos en tres cápsulas de desembarco, activando sus balizas: no queríamos llamar mucho la atención ante la urgencia que nos requería el mensaje de la Guardia. Tras acordar con ellos un punto de encuentro, una cantina a las afueras de Shaprias Secundae, el Capitán, cubierto con unas telas, y dos miembros de su Guardia de Honor emprendieron la marcha a través del desierto, pues nos separaban varias millas del lugar y para no llamar la atención se decidió hacer la marcha a pie. Habían dejado abierto el canal interno de comunicaciones, pues el Capitán quiso que todo lo que fuera a acontecer permaneciese grabado en caso de sucedernos algo.

Cuando llegaron al lugar señalado, una cantina llamada “El Trueno del Desierto”, el Capitán vio que algo no andaba bien, nos lo dijo por comunicación interna: las calles estaban desiertas, no se oía ningún ruido más que el de las numerosas factorías y manufactorums que allí habían construido para servir de abastecimiento al Imperio. Además, numerosas pintadas cubrían la fachada de varios edificios, y en una de ellas había signos del Caos. Esto nos puso a todos en alerta, a la espera de tener que socorrer al capitán y sus dos escoltas en cualquier momento. Sin embargo, los miembros de la Guardia Imperial aparecieron ante ellos. Uno de ellos había perdido un brazo, y llevaba el muñón vendado; el otro llevaba media cara cubierta por vendajes levemente ensangrentados.

UltramarineBanner

– “Señor, se presentan ante usted el Sargento Varnon y el soldado Stinger”.- dijeron, mientras hacían la señal de saludo que la Guardia siempre hace al encontrarse con algún marine espacial, en señal de respeto.

– “Descansen, señores. Entremos dentro”- dijo el Capitán.

Dentro de la cantina el olor era rancio, y no había clientes, sólo el tabernero, con rictus de asco frente a aquellas personas que entraban. Éste les sirvió unos vasos y los dos Guardias Imperiales los bebieron con avidez: ni nuestro Capitán ni sus acompañantes tomaron trago alguno.

– “Bien, señores, es hora de hablar. ¿Qué está sucediendo aquí?”

– “Verá, se-se-señor”- dijo el soldado Stinger, el del vendaje en el rostro – “hace dos lustros ya de la victoria sobre los Secesionistas. Recordará que un destacamento del Capítulo de los Minotauros y los Salamandras, encabezados por el propio Vulkan, les derrotaron a las afueras de Shaprias Prima”.

– “Lo recuerdo, sin duda. Fue una gran victoria de nuestros hermanos de batalla”

– “Pues bien, aunque fueron derrotados… los Secesionistas no desaparecieron del todo, no todos fueron exterminados. Y los que sobrevivieron formaron La Mafia… es una organización que ahora sirve cultos menores al Caos. Teníamos nuestras sospechas de que la corrupción se había apoderado de varias partes de ésta ciudad y de Shaprias Prima, pero no teníamos pruebas. Y así fue como decidimos infiltrar a varios de nuestra Guardia entre ellos. Y fue como descubrimos todo: había un Demonio enterrado en el subsuelo de Shaprias Secundae, el cual había sido liberado por la Mafia, y dicha entidad estaba reuniendo adeptos de entre los ciudadanos, buscando que éstos se alzasen contra nosotros y así dominar la ciudad a sus anchas”.

– “Entiendo, tenemos que acabar con ese Demonio entonces. ¿Tiene su ubicación actual?”

– “S-s-s-sí, por supuesto, ahora mismo está…” – y no dijeron más, pues un certero disparo atravesó sus cabezas: el tabernero había sacado un bolter. No había duda, era de La Mafia.

Tras acabar con la vida del tabernero, y gracias a las capacidades que les confería su servoarmadura, el Capitán y sus hombres huyeron de las calles de la ciudad, en donde ahora había comenzado el movimiento: numerosos ciudadanos, poseídos por el Caos, portaban armas y les perseguían.

– “Hermanos, preparaos para combatir, nos encontraremos en el punto que os envío ahora”- nos gritó el Capitán por su comlog. El punto apenas estaba un par de millas alejado de nuestra posición actual.

Apenas habíamos avanzado menos de media milla cuando a nuestra espalda unas explosiones nos sacudieron a todos: también nosotros estábamos amenazados, y aislados, pues habían destruido nuestras cápsulas. Así fue como nos encontró el Capitán Galenus, y así fue como murió, defendiéndonos frente a la explosión de algunas minas que seguían el camino por el que nos pretendían llevar los enemigos. Nos habían acorralado, y teníamos que defender nuestras vidas como fuera. Fue entonces cuando os pedimos refuerzos, Señor Calgar, dimos aviso al Capítulo y vosotros nos salvasteis la vida.

Marneus Calgar observó al Capellán Sixtus a través de la pantalla.

– “Ciertamente, aguantasteis en pie con orgullo y coraje, pues servimos al Emperador y nunca conoceremos el miedo”- dijo Calgar- “ahora tenemos que terminar la misión, hay que liberar Shaprias Secundae. Tenéis mis bendiciones y las del Capítulo”- la pantalla se desvaneció mientras las últimas palabras de Calgar, Señor del Capítulo y Lord Macragge, resonaban con fuerza-  “Mientras sigamos en pie, lucharemos. Mientras luchemos, prevaleceremos. Nadie podrá resistir nuestra furia.” 

FIN

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Un comentario

  1. Gracias por compartirlo por aquí!

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