Aqui contianuamos con la segunda parte de la magnifica historia de este Capitulo de Marines Espaciales. En este articulo sobre todo hablaremos de Jaghatai Khan y aquellos cicatrices a los que lidero durante tanto tiempo convirtiendolos en una terrible fuerza de combate.
La leyenda del Jaghatai Khan empezó cerca del río Quonon cuando Ong Khan, el líder de una pequeña tribu conocida como los Talskars, encontró al Primarca. Este creyó que el niño brillante era un regalo de los dioses, así que lo adoptó llamándolo Jaghatai. De Jaghatai se dijo que ya desde temprana edad poseía «fuego en los ojos», una palabra talskar para definir a un gran guerrero. También se decía de él que las tribus rivales odiaban al niño porque tenía la capacidad de ver más allá de las guerras constantes de las estepas.
Un pasaje muy curioso de El Gran Khan de Quan Zhou conocido como «La Orgía de Sangre» cuenta que, cuando Jaghatai aún era joven, un grupo de incursores de la tribu rival Kurayed mató a su padre adoptivo y a muchos de los hombres de Talskar en una aviesa emboscada. Jaghatai ya era por entonces el guerrero más poderoso de la tribu y lucía muchas cicatrices del valor, así que, cuando se dispuso a vengar las muertes, una multitud de guerreros se reunió a su alrededor para ayudarlo. Dirigió un ataque contra el poblado de los Kurayed y lo arrasó hasta no dejar piedra sobre piedra, matando a cada hombre, mujer y niño en una rabiosa masacre. Una vez Jaghatai se hubo cubierto con la sangre de sus enemigos, colgó la cabeza del jefe de lo alto de su tienda. Estos sucesos fueron transformando al Primarca en el hombre que estaba destinado a ser: un hombre de gran honor, lealtad y crueldad. Una vez satisfecho su honor con sangre, Jaghatai juró acabar con las guerras recíprocamente destructivas que afligían a su pueblo para unir a las tribus de la Zona Vacía y abandonar las luchas entre hermanos.
Tras su victoria, Jaghatai fue nombrado Khan de los Talskars y luchó en muchas batallas contra las partidas de caza chogorianas y contra otras tribus de las estepas. Cada tribu a la que vencía era absorbida por los Talskars y pasaba a formar parte de su ejército. Su talento militar y la mera fuerza de su personalidad le ganaron muchos seguidores y, en poco tiempo, el número de sus guerreros podía compararse con el de estrellas. Finalmente, formó un ejército conocido como el Mathuli, una palabra Talskar que significa «fuerza irresistible». Hizo obligatorio el servicio militar y juntó a guerreros de tribus diferentes en las mismas unidades para romper los lazos tribales y así conseguir inspirar lealtad hacia el ejército y, en consecuencia, hacia él. Incrementaba el rango de sus hombres basándose únicamente en su habilidad e infundía un sentimiento de objetivos comunes a todo aquel con el que hablaba.
Diez veranos más tarde, tras la victoria de Jaghatai contra los Kurayed, mientras el ejército se trasladaba a su campamento de invierno en las montañas, Jaghatai cayó al vacío cuando una extraña avalancha lo arrastró a él y a muchos más miles de metros montaña abajo. Tras lamentar la pérdida durante muchos días, la tribu siguió adelante. Pero, aunque la caída había causado la muerte de los otros miembros de la tribu, el Primarca había logrado sobrevivir. Según la historia chogoriana, una partida de caza dirigida por el único hijo del Palatino se encontró con un nómada herido en las profundidades de las montañas y empezó a perseguirlo por la nieve. No se sabe lo que ocurrió en los fríos valles de las montañas, pero el hecho es que todo lo que volvió a tierras chogorianas fue un único jinete horriblemente mutilado y atado a la silla con la cabeza del hijo del Palatino colgando del cuello. El hombre también llevaba un mensaje de Jaghatai: «El pueblo de las estepas ha dejado de ser tuyo».
Cuando las nieves se fundieron, el Palatino reunió a un ejército y marchó lleno de rabia hacia el oeste con el firme propósito de barrer a las tribus bárbaras de la superficie del planeta. Pero el Palatino subestimó la experiencia y la astucia de Jaghatai Khan. En el Valle de los Khanes, sobre la Llanura de Lon-Suen, los ejércitos del Palatino se enfrentaron a las fuerzas de Jaghatai. Se dice que la batalla duró un día y una noche. Las tribus de las estepas lucharon como estaban acostumbradas a cazar: un círculo de jinetes rápidos como un relámpago coordinaba sus movimientos para acorralar a las presas, que ahora eran humanas. Al contrario que su enemigo, que portaba mallas de acero pesado, los Mathuli llevaban armaduras de cuero ligeras, que les ofrecían menor protección, pero una mayor movilidad.
Acostumbrado a que el combate cuerpo a cuerpo contra sus enemigos determinase su victoria, el ejército del Palatino no presentó ninguna dificultad para los jinetes del Khan y su incesante lluvia de flechas. Aunque él y sus hombres se encontraban en una inferioridad numérica muy grande, Jaghatai fue mejor estratega, más previsor y mejor guerrero. El derrotado Palatino y su escolta apenas lograron atravesar el cerco mortal del Mathuli y huir a la capital del imperio. Los soldados que no consiguieron escapar fueron acuchillados casi sin excepción. Un superviviente de los chogorianos describió el lugar de la batalla como un océano de sangre. Todos los líderes tribales y los sacerdotes, los Videntes de las Tormentas, se reunieron tras la batalla y nombraron a Jaghatai «Gran Khan», es decir, Gobernador de Toda la Tierra.
Jaghatai Khan empezó entonces a invadir el reino del Palatino. Tres de sus ejércitos atrajeron al enemigo atacando ciudades en la frontera del imperio enemigo. Jaghatai y su general más hábil, Subedei, dirigieron otro ejército por una ruta secreta a través del desierto de Kuzil Quan, una región que se consideraba impenetrable. Saliendo como de la nada, el ejército de Jaghatai sorprendió a la guarnición del Palatino a las puertas de Kushaba y pasó por la espada a todos y cada uno de los soldados. Otras ciudades fueron cayendo rápidamente una tras otra y, según los historiadores chogorianos, los cadáveres cubrían los caminos como las piedras una cantera, los campos arrasados ardían y los pocos que escaparon a la matanza rezaban por ser liberados de la furia del Khan.
Durante los años que siguieron, el ejército de Jaghatai arrasó las tierras chogorianas venciendo a sus mejores ejércitos, penetrando en las ciudades amuralladas y eliminando a sus nobles. Las ciudades por las que pasaba el Jaghatai Khan tenían dos opciones: o rendirse o enfrentarse a la destrucción total. Nunca antes se habían presenciado un pillaje y un saqueo tan grandes. Algunos dicen que los miembros de la tribu, sedientos de sangre, acabaron con millones, aunque los contemporáneos de Jaghatai Khan aseguran que dichas cifras se exageraron mucho. A pesar de todo, lo que sí es cierto es que murieron muchos cientos de miles y la gente del imperio chogoriano llegó a creer que los «salvajes cara de demonio» eran en realidad demonios sobrenaturales que buscaban la venganza divina por los pecados del hombre. Al final, la invasión de Jaghatai alcanzó el bastión del Palatino, Cophasta, una espléndida y opulenta ciudad situada en la costa occidental. Jaghatai exigió la cabeza de su enemigo sobre una lanza a cambio de no arrasar la ciudad hasta no dejar piedra sobre piedra. Al cabo de una hora, un grupo de nobles le trajo lo que había pedido.
El poder del Khan se extendía ya de océano a océano, el imperio más grande que el planeta había conocido nunca, conquistado por un solo hombre en menos de veinte años. Aunque Jaghatai Khan dominaba una zona extensísima, él sabía que su pueblo no tenía intención de gobernar un reino tan grande. El nuevo imperio había surgido con el propósito de unificar las tribus y de vengarse de sus enemigos y no por el ansia de conquistar tierras. El poder absoluto descansaba sobre el Khan y sus generales y, aunque estaban bien organizadas militarmente, las tribus no tenían los conocimientos necesarios para gobernar poblaciones sedentarias.
El historiador Carpinus, que recopiló la historia detallada de la Gran Cruzada (el llamado Speculum Historiale), afirma que los ejércitos de Jaghatai concluyeron la destrucción del reino del Palatino justo seis meses antes de la llegada del Emperador a Chogoris. Cuando los dos hombres se encontraron, se dice que el Khan supo inmediatamente que acababa de conocer a quien representaba el ideal supremo por el que siempre había luchado, un hombre que podía unir a todas las estrellas del cielo. En su palacio de Quan Zhou y frente a todos sus generales, se arrodilló y juró lealtad eterna al Emperador. El Primarca recibió el mando de la V Legión, que adoptó las largas cicatrices faciales de los miembros de la tribu de los Talskar, que van desde la frente hasta la barbilla, y cambió su nombre por el de Cicatrices Blancas. El Gran Khan ascendió a los cielos con el Emperador y legó su imperio a su general, Ogedei. Muchos de los seguidores de Jaghatai decidieron unirse a su Khan y se transformaron en Marines Espaciales de la Legión.
DURANTE LA HEREJIA
Los Cicatrices Blancas participaron en algunas de las batallas más sangrientas de la Gran Cruzada y el rápido estilo de guerra relámpago que Jaghatai había utilizado en las estepas resultó igualmente efectivo en las batallas de pesadilla de mundos lejanos. Durante la Herejía de Horus, cuando el Imperio se escindió en una sangrienta guerra civil galáctica, los Cicatrices Blancas lucharon en docenas de mundos distintos y sus estandartes indican que la Legión ayudó a defender Terra y que luchó a las puertas del Palacio Imperial.
Jaghatai Khan luchó al lado de sus guerreros durante quizá setenta años más antes de su desaparición final en una región del espacio cercana al Torbellino. Tras la derrota de Horus, Jaghatai se impuso la misión de rescatar a los miembros de la tribu que los Eldars habían capturado en su ausencia, mientras se encontraba luchando en la Gran Cruzada. Los Cicatrices Blancas afirman que él y sus guerreros más valientes lucharon contra el líder de una de las asesinas Cábalas alienígenas y que fueron arrojados a la horrible dimensión que existe fuera del espacio y del tiempo para luchar contra los Eldar Oscuros por toda la eternidad. No se sabe exactamente cuánto hay de cierto en esta historia, pero es más que probable que la nave del Khan simplemente se perdiera en la Disformidad, dado que el viaje por esta región del espacio es extremadamente peligroso.
Gracias por traer a este genial capítulo. Parece casualidad pero el mes que viene tendremos algo relacionado con los cicatrices blancas en la WD… Veremos de que se trata