Gracias a nuestros colaboradores de Corvus Belli, creadores de Infinity si alguno es bastante despistado y no lo sabe todavía, tenemos el honor y placer de ofreceros este mes otro interesante sorteo por vuestro blog FanHammer. Como veis, siempre trabajamos para vuestro disfrute y siempre ganais con FanHammer, nuestro objetivo numero 1.
Bueno pues esto es lo que sorteamos y estamos seguros que sereis muchos los que vais a probar suerte. El premio lo merece. Y este mes el sorteo va claro esta con el magnifico juego de Infinity.
Esta vez teneis que contarnos un breve relato, una acción o un momento de la vida (inventado como haceis magnificamente siempre) sobre nuestra amiga Miranda Ashcroft. Venga soltar vuestra imaginación, poner vuestra creatividad a funcionar. Los tres mejores seran los que entren en el sorteo del pack (libro y miniatura). Suerte a todos y esperamos muchos participantes.
Ejemplo: Miranda sorteo aquel pasaje oscuro mientras aquellos Druzes les perseguian. Eran tios duros aquellos mercenarios contratados por alguien para acabar con ella. Habia contado dos en su persecución pero quizas hubiera alguno más entre aquellas callejuelas de la ciudad.
Llego a la esquina del callejon y una rapida mirada hacia atras no le ofrecio ningun enemigo. Quizas les hubiera dado esquinazo. Se aventuro a la izquierda por una calle algo más ancha que iba directamente a uno de sus habituales escondites cuando las cosas no iban bien. Pero no pudo seguir porque un sedante le impacto en el cuello. Intento luchar y escapar pero ya era demasiado tarde. Lo ultimo que vio antes de cerrar los ojos fueron diversas botas acercandose hacia ella.
Y aqui os dejo en imagenes lo que sorteamos:
Miranda maldijo el frío invernal al mismo tiempo que su pálida piel se estremecía con el contacto del congelado aire. ¿Cuánto llevaba varada en aquella maldita roca? ¿Una, dos semanas quizás? La verdad es que estaba empezando a perder la cuenta. No le importaba demasiado, ya que la comida no era mala y la compañía tan indeseable como a ella le gustaba. El vodka, esto era lo único que la hacía mantener la cordura. Aquél maldito brebaje superaba con creces cualquiera que hubiese probado con anterioridad.
Desde luego las cosas habían empezado a torcerse mucho antes de que ella tomara pie en el anticuado espaciopuerto. Aquella mujer había desaparecido sin dejar rastro, había atravesado las defensas panoceánicas, se había introducido en la nave y había sacado los datos antes de que el estúpido almirante notara si quiera que estaba sufriendo un ataque.
Después, la habían llamado a ella. El tipo parecía un tanto agobiado, alguien había robado unos datos importantes que pondrían en peligro la seguridad de toda la esfera humana… y bla bla. Lo mismo de siempre, lo que a ella le importaba realmente era la paga, ¿Dos millones de créditos por atrapar a una pelirroja en un planetoide helado? ¡Era coser y cantar!
Aquella tipa era escurridiza, tenía que reconocerlo, pero no había hombre en el universo capaz de escapar de Miranda. Después de este tiempo por fin había localizado una pista sólida. La mujer era Ariadna y se escondía en unos precarios habitáculos de alquiler, había hecho desaparecer bien su rastro pero no matar a aquél ladrón había sido su perdición. Ahora Miranda la tenía y no tardaría en entregarla y cobrar su recompensa.
Se ajustó el pesado abrigo de piel que usaba para moverse cuando atravesaba las calles a pie. Mientras comprobaba con un ligero toque de su dedo índice que su pesada pistola se encontraba en el lugar de siempre, tic que no la abandonaba desde hacía diez años y que no se preocupaba en ocultar, comenzó a caminar lenta y silenciosamente. No siguió la dirección acordada de forma directa, sino que se limitó a dar un rodeo en lo que a ojos de cualquier perseguidor fueran pasos olvidadizos de una beoda borracha.
El gélido aire nocturno acariciaba sus mejillas, y cuando empezaba a temer que su llamativo cabello sonrosado comenzara a aclararse, alcanzó su objetivo. Un siniestro y monstruoso edificio de grisáceos tonos había tomado forma frente a ella.
-Una única entrada, sin salidas de emergencia, ventanas demasiado altas y puertas de acero bruñido. Ésta tipa sabe lo que se hace. –Sonrió denotando un ansia salvaje y malevolente antes de atravesar la pesada puerta metálica.
Un resplandor azulado la recibió haciendo que su sonrisa se ensanchara aún más. Frente a ella la muchacha que había estado siguiendo se mantenía apoyada contra una pared cercana. Sus miradas se cruzaron y un instante después ambas empuñaban sendas pistolas de asalto.
– Eres rápida- Comentó Miranda con tranquilidad- ¿Lo suficiente?
Como respuesta la joven pelirroja apretó el gatillo de su arma. Con un ágil salto y esperando tal movimiento Miranda se lanzó hacia la derecha evitando el golpe del proyectil contra lo que instantes antes había sido su propia cabeza. Sonrió de nuevo y apretando el gatillo de su propia arma se lanzó en pos de la joven que también se había hecho a un lado.
– ¿Y tú? –Contestó la joven al tiempo que se agachaba empuñando una segunda pistola.
Sorprendida por su oponente Miranda saltó hacia atrás estimándola ahora un poco más. Ambas habían conseguido evitar que los proyectiles anteriores acabaran con sus vidas. Tenía que reconocer que aquella joven era buena, pero jamás reconocería que era tan buena como ella… y desde luego no tenía intención de dejarse matar en un planetucho perdido por una desconocida sin el nivel suficiente.
Mientras ninguna de las dos se daba cuartel mutuo, observándose en silencio, un hombretón de hirsuta barba pasó entre ellas sin siquiera mirarlas. En sus ojos luces bobas que denotan los efectos del DSC, una dura droga de diseño, Miranda no entendía como todavía había estúpidos que mataban su cuerpo de aquella manera.
Apartó al gigantón de sus pensamientos y continúo observando a la muchacha: mirada decidida, pasos claros, sonrisa torcida, ojos profundos. Aquella mujer era muy parecida a ella, demasiado parecida para su gusto. Suspiró y apretó el gatillo de nuevo, se abalanzó esta vez hacia la izquierda alejándose de su oponente mientras rodaba por el suelo con pasos medidos.
La respuesta de la otra no se hizo esperar, saltó hacia atrás sobre un arcaico mostrador de madera evitando no solo el disparo sino también el impacto. Miranda sonrió, suponía que su enemiga no conocería la fuerza del proyectil, pero volvió a sorprenderse cuando comprobó que había abierto el boquete esperado en la madera pero uno del mismo tamaño en el hormigón aparecía tras ella. ¿Había vuelto a fallar? ¡Imposible!
Esa tipa tenía suerte, demasiada suerte. Estaba claro que en la distancia ambas estaban igualadas, sonrió pues estaba segura de que la expresión de la otra era similar a la suya cuando volvieron a mirarse. Ninguna había conseguido acertar en su opuesta y sabían que no lo lograrían por mucho que insistiesen.
Enfundaron las armas y se observaron de nuevo, pensaron un segundo más del necesario antes de lanzarse hacia adelante. La mano derecha de Miranda agarró la muñeca izquierda de la pelirroja cuando ésta interpuso su pierna izquierda en la trayectoria de la derecha de Miranda. Miranda cayó pero arrastró con ella a la joven ladrona que intentó zafarse un momento.
Un segundo después la pared tras el mostrador estalló. Miranda sorprendida soltó la mano de la muchacha que en lugar de lanzarse a correr por el muro recién derruido se acercó a ella e introdujo algo en el bolsillo interior del abrigo de ésta.
-Eres buena cazarrecompensas, pero no tanto- Sonrió y se perdió entre los jirones de niebla nocturna.
Un momento después Miranda se levantó, le dolía la cabeza por el golpe contra el suelo y en sus oídos aún retumbaba el sonido de la explosión. Extrajo el holo-ordenador del bolsillo y sonrió. La extraña le había dejado los datos que ella perseguía. Miranda los envió apenas unas horas después y menos de diez minutos más tarde tenía los dos millones en su cuenta personal.
A solas en la habitación del motel destartalado en el que se alojaba volvió a sonreír. Aquél trabajo aún le depararía sorpresas, y Miranda estaba segura de que éste, era solo el comienzo de una larga y divertida persecución a través de millones de kilómetros de gélido vacío espacial.
Hacía mucho tiempo, quizás tantos días como cadáveres que ella había dejado tras su paso, en el que Miranda no contemplaba una buena lluvia..
Encendió un cigarrillo mientras sus labios se mojaban con la lluvia de color escarlata, y alzando su vista hacia los siete soles, aún firmes en la bóveda de aquel asqueroso mundo alienígena, donde jamás anochecía, donde hacía un frío infernal, pues tal era aquel frío que calaba en los huesos y quemaba la piel, Miranda recordó como había llegado a ese mundo retorcido y extraño.
Pero por más que lo intentaba, no podía recordar con claridad.. Aleph, su holo-ordenador descargando datos, disparos, sombras que crecían y disminuían, compuertas abriéndose y cerrandose, y por supuesto, Él.
Todo lo que recordaba eran sus ojos, grises como su corazón artificial, aquella noche fue fría, fue previsible y mecánica, una sonrisa, mostrando una humanidad sintética, manos de un tacto parecido al plástico deslizándose por su cuerpo, todo fué rápido, pero sin saber como ni porqué, ella disfrutó de aquello.
Quizás fuera por ser algo nuevo, algo antinatural, algo que trasciende incluso la condición humana, pero lo mas antinatural fue como ella cayó en la trampa, él, a quien ella prefería no darle un nombre, fué el señuelo perfecto, la carnaza apropiada, querían cazarla, y ella mordió..
En esta lluvia escarlata, demasiados eran los recuerdos, no sabía a donde se dirigía, como saldría de esta, aunque su mente comenzaba a trazar un plan..
Un pequeño ser semi-insectoide, cuya piel reflejaba los rayos de los siete soles, haciéndole adquirir distintos matices de colores, se acercó, ella lo vió venir y conectó el traductor automático.
– Dómina, sé que siempre has disfrutado de la lluvia, pero haciendo un analisís cuántico mmm un poco rápido, el ordenador de la nave me dice que una exposición demasiada prolongada a esta lluvia puede ser ligeramente tóxica.
Miranda Aschroft se volvió en todo su esplendor hacia el pequeño servidor alienígena, la luz reflejaba su contorno, sus ojos brillaban con crueldad, su sonrisa era equivalente al regocijo de aguien que sabe de su reputación, y disfruta inspirando miedo, derribando cualquier expectativa de victoria, y mirando a la criatura, sonrió.
– Mmm, dómina ¿se encuentra usted bien?
Solo por una milésima de segundo, Miranda recordó el motivo de que hacía alli fuera, observando, solo por un milisegundo, titubeó en su esplendor de mercenaria.
– Estoy bien, Xaarkz, espérame en la nave.
-Mierda, mierda y mierda – ¿Cómo se me ocurrió la brillante idea de darle caza yo sola a Miyamoto Mushashi? Este tío es famoso por haber participado en mas de sesenta duelos y no haber perdido nunca.
Eso es lo que pensaba, encadenada a una pared, en un sótano infecto de Neo Pekin, en el espacio imperial Yu Jing, junto a mi presa, mientras unos agentes infiltrados del Ejército Combinado se piensan la forma mas divertida de matarnos, con lo que no podre cobrar mi recompensa, ni podre disfrutarla.
Pero me estoy yendo por las ramas, empezaré por el principio.
Mi nombre es Miranda Ashcroft, miembro de la nobleza Panoceánica y cazarrecompensas profesional.
Hará un par de meses fui contratada por un ejecutivo de Vissio Rama para entregarle al famoso Ronin Miyamoto Mushashi, vivo o muerto, pero, y esto lo denomino un termino imprescindible del contrato, con la cabeza entera. Supongo que pretenderán estudiarlo para que la próxima recreación de Miyamoto sea más fácil de controlar.
Tardé más de dos semanas en encontrarlo, cuando normalmente solo me lleva un par de días. A veces, incluso consigo acabar los trabajos en un par de horas. Es lo bueno de tener el dinero de sobra para comprar la información que necesite o la destreza para sacársela a la fuerza, los informantes siempre me dicen lo que quiero oír, quieran o no.
Y ahora, William, mi mayordomo, a saber lo que le ha pasado, puede estar muerto o inconsciente en cualquier sitio, porque quise batirme a solas con Miyamoto y le dije que se quedara a un lado y no interviniera. Lo que no me esperaba, era que durante el duelo nos gaseasen unos Noctíferos del ejercito combinado.
Y bueno, este es el cumulo de errores por mi parte que me ha traído hasta aquí. Ahora tengo que trabajar para salir de aquí con vida.
Al fondo del pasillo en el que esta nuestra celda, están de guardia unos Rasyats. Por suerte para nosotros los guardias han sido tan estúpidos de no amordazarnos. Craso error.
-Kensei Mushashi – Me mira con una expresión indescifrable.
-¿Si?, eh, quien quiera que seas.
-Miranda Ashcroft de la Casa Ashcroft. Soy cazarrecompensas y fui enviada a capturarle, supongo que como muchos otros antes que yo.
-Cierto.
-Bien Kensei, tenemos que salir de aquí.
-Estoy totalmente de acuerdo, ¿como lo hacemos?
-Tengo un microsoplete oculto en los refuerzos de mi espalda, a la altura de las costillas, palpe hasta que sienta algo duro en medio de los refuerzos de la derecha e intente cogerlo arrancando el refuerzo. Después, cuando estemos sueltos esperaremos a que el guardia pase por delante de nosotros, y haces como que me pasa algo muy grave, yo que se un ataque al corazón, por ejemplo. Cuando entre a revisarme, porque entrará, si nos quisieran muertos ya lo estaríamos, matalo cuando este inclinado examinándome, yo te ayudare con el microsoplete.
-De acuerdo. ¿Un microsoplete pegado a la espalda? – Dijo enarcando las cejas –
-Si, y una cuchilla bien afilada en el otro lado – dije con una sonrisa – ahora atento ahí viene.
Así, William, con esa sencilla y arrogante maniobra conseguimos salir de las celdas. Después simplemente recuperamos nuestras armas y salimos por la puerta.
-Y no intentaron detenerlos? Me parece extraño
-Claro que intentaron detenernos, pero todos los que lo intentaron acabaron muertos.
-Oh.
-Si “oh”, jajajaja, fue bastante divertido, verdad Kensei?. Bien Kensei, creo que aquí nos despedimos por el momento.
-Por el momento? No habías venido a capturarme?
-Si, pero estoy cansada y malherida. En una semana reanudaré tu persecución, hasta entonces Adiós.
-Miyamoto asintió con gesto grave- De acuerdo Lady Ashcroft. Sera un placer volver a batirme en duelo con usted.
-Adiós Mushashi.
-Hasta más ver Milady.
Y con esas últimas palabras, Miyamoto Mushashi se alejo entre la bruma, internándose en las calles de Neo Pekin, en busca de un poco de descanso y un combate. Mientras, Miranda Ashcroft descansaba cómodamente en la cama de su crucero.
Si hay algo que corregir o no resulta aceptable avisa para que pueda hacerlo.
Para los turistas, la impresionante vista de la Universidad de Cambridge desde el río es una de las más populares. La majestuosidad de la vista sobrecoge al espectador, haciéndolo viajar siglos hacia el pasado, saboreando la añeja tradición del lugar. Un remanso de paz en medio de un mundo sin freno.
Aquel día me encontraba, como era por aquel entonces mi costumbre, (y fue durante años) consultando las últimas actualizaciones de mis asignaturas en la porción de Maya reservada a la Facultad de Historia. Era sábado, por lo que no había demasiada gente disputándose el césped perfectamente cuidado. La tranquilidad me ayudaba a concentrarme, dejándome totalmente absorto en mi lectura.
Revisaba los párrafos que hablaban de la osadía de Aníbal (lo recordaré siempre) cuando un monumental estruendo sacudió la pared más cercana del King’s College. Mi corazón dio un vuelco al comprobar cómo los cascotes saltaban y caían a escasos metros de mi posición. El vidrio volaba como copon de nieve en una ventisca. Cuando alcé la vista, en la pared del segundo piso, un tremendo agujero dejaba entrever el mobiliario de un aula.
No había acabado de salir de mi estupor, mientras me acercaba a socorrer a las posibles víctimas, cuando vi asomar por el agujero la inconfundible melena violeta de Miranda. Me miraba desde arriba, divertida (cómo no). Con su sonrisa torcida y su flequillo aún más torcido. Y aquellos ojos que se reían de todo. Tuvo tiempo de guiñarme uno de esos traviesos ojos antes de saltar desde el segundo piso hasta mi nivel en el césped, aprovechando para dar una voltereta en el aire, cayendo sin aparente esfuerzo.
– Hola Angus, cómo tú por aquí? – Al parecer, Ni el agujero en la pared del augusto King’s College, ni los cascotes esparcidos por el jardín de la Universidad de Cambridge, desentonaban lo más mínimo en el mundo psicodélico de Miranda Ashcroft.
– Hola Miranda. Debo deducir que tienes algo que ver con esto? – Pese a todo. Incluso sabiendo que aquella flagrante afrenta contra una de las instituciones más respetadas de la historia era cosa de la chica que tenía delante, no era capaz de contener una sonrisa.
– Angus, la simple duda, me ofende profundamente. Soy la mano ejecutora, pero no la responsable. – Miranda se subía las medias tras su salto mortal. Y retiraba invisibles motas de polvo de su hombro con gesto descuidado.
– Y quién es el responsalbe de esto, pues? – Le seguí el juego.
– El rector. Me retuvo contra mi voluntad en la sala de castigo. Ya sabes, los cargos usuales y habituales, y las habituales consecuencias: amenaza de expulsión y aula cerrada por fuera para darme tiempo a reflexionar, sin escaparme como la última vez. Bla. Bla. Bla. Basura!
– Dios mío, y era necesario volar una pared? Una pared del King’s College de Cambridge?! Podrías haber forzado la puerta. Sé perfectamente que eres capaz.
– Lo soy, letrado amigo mío. Lo soy. Pero no hubiera mandado el mensaje adecuado. – Estas últimas palabras, Miranda las pronunció cada vez más alto. Un estruendo se acercaba desde mi punto ciego. Al girarme, comprobé cómo un deslizador se acercaba y esperaba a nuestro lado, a escasos centímetros del suelo, con el motor encendido. Horrorizado comprobé cómo al girar me presentaba la silueta de un arma inmensa artillada en el lateral del vehículo.
– Qué mensaje, Mir? – Aunque mucho me temía que sabía la respuesta.
– Que nadie puede parar a Miranda Ashcroft. Que nadie puede encerrarla. Ni obligarla a seguir ninguna regla que no sea suya propia. Que Miranda Ashcroft es libre. Adiós Angus. Pese a ser algo aburrido siempre has tenido la virtud de ser encantador.- Terminó de soltarme la chica, mientras entraba en un habitáculo repleto de fornidos hombres con cara de pocos (y malos) amigos.
Con esta escueta despedida, y haciendo un leve gesto de saludo, el deslizador reemprendió el vuelo y se perdió entre las nubes cuando ya se oían las sirenas de la policía al acercarse.
Aquella fue la última vez que vi a Miranda Ashcroft. Y pese a llevarse toneladas de problemas con ella, nunca dejé de echarla de menos, la muchacha con una audacia capaz de dejar a Aníbal pálido.
De “El Imperio de la Ley”,
Memorias oficiales del defensor de los Derechos Humanos Angus McAllistair
Genial trabajo tío. He de reconocer que me he reído un montón y me ha traído a la memoria una Miranda joven y desenfrenada xD.
Gracias! La idea era ampliar un poquito el trasfondo de manera que encaje bien con el personaje. Soy un fan de las retrospectivas…
Una duda que tengo, despues el premio es enviado por correo al ganador no?
Muy bien los dos, ambos me han gustado. En cuanto a lo de Jaques de Molay, último maestre templario, buen punto, me ha encantado. Y en cuanto a Kalebr lo que que fuera un anuncio era un golpe de efecto que no me esperaba!
Bueno estoy dandole los retoques al mio, a ver como me sale
Que os vaya bien.
!Muy buen golpe de efecto, Kalebr!
Muchas gracias Konrad, he intentado hacer algo diferente 🙂
y a ver si alguien mas se anima con algun relato XD
Bueno por culpa del trabajo no he podido participar antes XD
espero que os guste.
un saludo.
Hay una espesa bruma, Miranda empuña una pistola y una espada monofilo. Está alerta, sabe que la están rodeando, entonces aparece un Ninja de Yujing a su espalda.
Gracias a su entrenamiento salta y rueda por el suelo esquivando el tajo que la podría haber decapitado. Mientras se levanta apunta y dispara tres veces, el primer disparo acierta en la cabeza y los otros dos sobre el corazón. Ya está totalmente erguida, cuando el cuerpo de su adversario cae al suelo muerto.
Un aullido hace que levante la vista del cadáver y vuelva a estar en alerta.
Las fuertes pisadas indican a Miranda por dónde vendrá el siguiente adversario.
Lo primero en lo que se fija es en su tamaño, le saca casi dos cabezas. Tiene el vello negro y corto, cubriéndole casi todo el cuerpo y una mandíbula sobresaliente dotada de afilados colmillos que hace que Miranda enarque una ceja. Viste con un Kilt y porta entre sus enormes manos una claymore, lo que la sorprende y hace que le venga un nombre a la mente, wulver.
Ese momento de vacilación es casi fatal, logra esquivar el ataque de la claymore por poco y Miranda no logra ponerse en guardia cuando recibe una fuerte patada en el pecho.
Cae de espaldas, con el impacto se le escapa la pistola de la mano, pero consigue rodar y ponerse en guardia. Entonces se levanta con una mirada desafiante y grita: –¡ He cazado todo tipo de criminales y tú serás otro trofeo!- en cuánto termina de gritar la última palabra tanto Miranda como su rival cargan con sus armas por delante…
–¡CORTEN!- grita una voz –Toma buena- se levantan las luces, los cámaras empiezan a recoger el equipo y el que hasta hace poco era un wulver se quita la cabeza artificial
–¡ Uff, que calor da este casto!- va refunfuñando.
Miranda se acerca al director – ¿Que te a parecido la actuación?- pregunta ella, él le sonríe –Sublime y en cuánto la retoquemos un poco, tendrás el mejor anuncio que ningún mercenario a tenido jamás.- Miranda también sonríe –Perfecto, me voy a la ducha y luego me enseñas como a quedado.
Mientras se aleja del plató, ya piensa en la siguiente forma de promocionarse…
Suerte para todos!
Yo en mi relato he intentado acercarme a lo poquisimo que se sabe del trasfondo, al ser un personaje nuevo no está muy desarrollado pero se supone que es algo así como Paris Hilton con pistola. 🙂
una pregunta, los relatos se ponen aqui en los comentarios o hay que enviarlos a algun correo en particular.
muchas gracias.
Aqui en el articulo. Venga espero el tuyo y buena suerte en el concurso
Miranda alzó la vista del suelo y miró a las cámaras, desde joven las cámaras le idolatraban, ella era la descendiente de unos grandes magnates británicos, algo parecido a la realeza. Pero cuando dejó de lado la fortuna familiar y se convirtió en cazarrecompensas se volvió más popular que nunca.
Miranda esbozó la mejor de sus sonrisas, le encantaba sentirse observada.
-Caeremos sobre ellos al anochecer, nuestro objetivo será dar caza a una recreación desaparecido, uno de esos androides que escapan del control de Aleph- su voz sonaba argentea, bella como el repicar del agua sobre las piedras del río.
El cámara intentaba seguir todos y cada uno de sus movimientos, la televisión la amaba y él bien podía comprenderlo, nunca antes había tenido ante sí imagen de una mujer como ella. Era preciosa, las palabras no bastaban para describirla ni la realidad aumentada televisiba tampoco, era en el directo del cara a cara cuando Miranda desarmaba a los hombres.
Una hora más tarde Miranda y la compañía de mercenarios que O12 había contratrado para la operación entraban en el puerto, las olas rompían sobre los arrecifes en la oscuridad, el silencioso transporte les dejaría junto a los muelles, donde su informador había revelado que encontrarían al replicante.
Sin embargo, una vez tocaron suelo y los transportes se perdieron entre la negrura se desató el infierno, disparos surgían de cada edificio, de cada ventana, diezmando a los mercenarios con un veloz stacatto. Mirando se movió rápidamente, a cubierto tras unos contenedores, su agilidad felina evitó que ninguna bala le impactara. El cámara le seguía difícilmente, jadeando, el pobre nunca se había visto en una situación como esta. Un disparo le impacto de lleno, la cámara de últimísima generación había evitado que el proyectil le abrierá la cabeza, cayó al suelo aturdido.
Miranda se movió entre los atacantes como una exhalación, algunos no tenían tiempo de disparar, otros simplemente quedaban admirados de su belleza, como un angel salido de la noche. Miranda se precipitó sobre el replicante y desenvainó su katana, él no era humano, no dudaría en matarla.
Los mercenarios y secuaces del forajido seguían combatiendo en derredor, pero entre ellos dos no había nada, solo este momento y la adrenalina descontrolada en sus venas. El replicante, un hombre de apariencia anciana y sabia, sacó con respeto una espada templaria, se trataba de Jacques Molay, el último maestre, ardido y renacido. El vaticano quería cazarlo y Miranda sería su instrumento.
-Sois una dama, mi honor me impide atacaros- dijo el hombre de barba gris, mientras miraba a la bella joven. Pero ella cargó sobre él súbitamente.
El caballero y la cazarrecompensas se enfrascaron en un frenético duelo de golpes medidos y esgrima de siglos olvidados. Las artes templarias del caballero le hacían imbatible en su estilo, pero Miranda no se atenía a ninguna regla, su katana monofilo desviaba difícillmente los duros golpes del caballero, pero mirada sabía que no iba a perder con la seguridad de a quien nunca se le ha negado nada en la vida.
Tras unos minutos los disparos habían cesado, y solo quedaba ellos dos rodeados de algunos mercenarios observando el duelo singular. Miranda corrió por la pared y saltó sobre el caballero lanzando un golpe directo al cuello que ningún manual de caballería admitiría. El caballero sin embargo fue capaz de esquivarlo.
Miranda comenzaba a cansarse del juego, sacó su pisola nanopulser y lanzó la salvaje andanada de nanobots sobre el caballero, el hombre calló al suelo entre espasmos, sus ojos robóticos trasmitían una tristeza de otro siglo.
Miranda sacudió su pelo con estilo.
-¿Donde está mi cámara?- dijo con su amplia sonrisa.
Me gusta Kalebr, espero que tengas suerte, y espero ser un buen oponente. Pobre cámara perseguidor de mercenarias.
Un gran sorteo para los fans de Infinity, sin duda