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El Páramo – Relato

Una de las cosas que hace tiempo no os ofreciamos erán los relatos de nuestros colaboradores, lectores y propios. Y bueno hay que retomar buenas constumbres creo. Hoy os ofrezco el relato de nuestro colaborador Oscar Diaz. Buena lectura.

luna

Era bien entrada la noche, cuando el grupo de amigos volvía a casa, después de acabar la juerga en las fiestas del pueblo vecino al suyo, atravesando el páramo que separaba ambas poblaciones, iluminado por una luna azul que se alzaba desafiante como un disco plateado en medio de la negrura infinita de un cielo limpio de nubes y cuyos rayos lunares trataban de atravesar la fina capa de niebla azulada que se había levantado y que envolvía a los muchachos.

-¡Joder que frio hace! –comentó Pedro, uno de los muchachos del grupo a Jon, que caminaba a su lado arrebujándose en su abrigo y echando una mirada a la etérea bruma que los rodeaba.

-Toma, caliéntate con esto –le contestó jovialmente Jon, ofreciéndole el mini de calimocho.

-¡Eh! ¿Habéis oído eso?

-¡Parecían aullidos!

El grupo de amigos siguió andando sin hacer caso a las habituales bromas de Marcos y Luis, que habían hecho los comentarios y que caminaban unos metros por detrás del grupo, cuyas figuras difusas a través de la penumbra y la niebla, apenas eran sombras visibles entre los matorrales.

-Si, era la loba de tú madre –La contestación de Jorge que andaba con el resto levantó varias carcajadas.

-¡Estáis pedos! –Añadió Patricia jocosa.

-No en serio ¿No lo habéis oído? –volvió a gritar Marcos por encima de la niebla.

-Ya están haciendo el gracioso estos gilipollas –dijo Jon con desdén mientras volvió a cogerle el mini a Pedro.

-No hagáis el gilipollas, que a mi estas cosas me dan miedo –les recriminó Leonor, que caminaba junto a Patricia, y a la que no le había parecido buena idea cruzar el páramo.

-¡Ssshh! ¡Escuchad! –Insistió Luis, que parecía algo alterado.

-Venga sí, lo que tú digas…

-¡Silencio coño! Escuchad –siguió insistiendo Luis, pero el grupo siguió caminando sin hacerle caso.

-¿Lo habéis oído ahora? –Preguntó Luis ¿O era marcos? Era difícil saberlo pues sus voces llegaban amortiguadas a través de la cortina etérea de la niebla.

Jon dio un trago al mini y gritó.

-¡Venga dejad de hacer ya el gilipollas!

-Auuuh auuuh, jajajaja. ¡Qué viene el lobo! Jajajaja –dijo Patricia entre carcajadas, con evidentes efectos del alcohol de la pasada noche.

-¡Joder tía! – Le recriminó Leonor visiblemente nerviosa.

-¿Estás bien Leo? –La preguntó Jon acercándose a la joven para tranquilizarla –, Eh tíos dejad ya la puta broma, y tú no les sigas el rollo Patricia ¿No ves a Leo?

-Si, está acojonada –respondió Patricia divertida.

-¡Callad tíos! en serio, escuchad –Chilló Luis de nuevo.

Jon aguantó la respiración y pudo sentir los latidos de su corazón. Sintió que la tensión crecía en el grupo en medio de aquel ambiente tétrico cuando oyeron el ulular lejano de algún búho. Jon empezó a ponerse nervioso, la verdad que una luna de plata iluminando el cielo negro y que dejaba todo en un estado de semi-oscuridad y la neblina algodonosa que los envolvía y que apenas los dejaba percibir sombras a escasos metros, acojonaba. Su mente divago temerosa ante la idea de que sus amigos hubiesen oído algún perro salvaje que anduviera suelto merodeando por allí.

-¿Has oído algo tú Perico? –Le preguntó a su amigo en un susurro.

-Creo que no… -contestó dubitativo Pedro.

-¡Era un gruñido! –Bramó Luis nervioso -¡Vámonos! viene hacía aquí.

Las sombras de Luis y Marcos surgieron de la niebla corriendo a toda prisa, haciéndola girones allí por donde la atravesaron, pasando a través del grupo, que vieron divertidos algunos y sorprendidos otros, como las siluetas de los dos muchachos desaparecían tras la bruma.

-Dejadlos ya se cansarán de hacer el tonto… -exclamó Jon con desdén.

Presa del pánico, Leonor echó a correr torpemente tras ellos, el resto del grupo la siguió comenzando a correr también, contagiados de una histeria colectiva, en medio de una risa nerviosa, como si todo aquello les pareciera divertido.

-¡He tíos que a mí esto me da mucho miedo! –Era Leonor que chillaba fuera de sí mientras se iba quedando atrás intentando seguir el ritmo de los demás, tratando de mantener el equilibro con sus botas de tacón alto corriendo sobre el suelo irregular y blando del páramo salpicado de setos y matorrales.

-¡AAAH!

Un grito de dolor se alzó en la noche unos metros por delante de los muchachos que dejaron de correr en el acto cuando lo oyeron.

-¡Por favor dejar ya la broma! –chilló Leonor llorando histéricamente.

-Venga tíos ya habéis hecho bastante el gilipollas, Leonor está llorando -dijo Jon tratando de disimular su propio nerviosismo.

-Salir ya –Hasta Patricia parecía que se hubiese cansado ya de aquel juego.

-¡AAAH!

Otro alarido desgarrador volvió a sorprender a los muchachos que se quedaron paralizados, seguido de leves quejidos de agonía que poco a poco se fueron desvaneciendo, hasta quedar todo en silencio. Los chicos seguían sin moverse, acongojados, mirándose unos a otros sin decir nada, los gritos parecían demasiado reales para ser fingidos. Jon miró hacía hacia la pared neblinosa que tenía delante, tras la que habían surgido los aterradores lamentos y, caminó despacio hacía ella con la única idea en la mente de encontrar a esos dos gilipollas que se creían graciosos para partirles la cara, detrás de él, el resto del grupo le siguió con cautela.

Jon aguantó la respiración y se interno despacio en la inquietante bruma que lo envolvía todo, a través de los matorrales que salpicaban el páramo débilmente iluminado por la tenue luz de la luna.

-¡Luis! ¡Marcos! ¿Estáis bien? –Preguntó Jon ansioso alzando la voz, haciendo bocina con sus manos -Salid ya joder –volvió a gritar inútilmente, pero nadie contestó.

Siguió caminando y un cosquilleó comenzó a subirle por el estómago, se giró rápido escudriñando la grisácea niebla que lo rodeaba un par de veces cuando creyó oír algo. Apenas había dado unos pasos cuando le pareció percibir movimiento tras un arbusto a su derecha, Jon lo rodeó con sigilo y se agacho –sin saber muy bien porqué– y a escasos metros, vio a través de la vaporosa neblina azulada, algo que le hizo soltar sus tripas. Tras la zarza, apareció una sombra fantasmal más oscura que la noche, de una bestia cubierta de un pelo espeso y áspero que estaba encorvada sobre un cuerpo inmóvil que permanecía tendido en el suelo–Luis o Marcos– dedujo Jon. –Dios… es un lobo… un lobo– dijo Jon en un murmullo sin poderse creer lo que estaba viendo. Parecía un lobo muy grande, o quizás fuese un perro salvaje. Aquella bestia estaba devorando a su amigo, mediante violentas sacudidas de su cabeza, gruñía furiosa y arrancaba trozos de carne sanguinolentos que luego masticaba con ansia.

El lobo arqueó su cuello hacía el cielo negro y lanzó un aullido profundo y cavernoso. A Jon se le erizaron todos los bellos del cuerpo cuando escucho aquel amenazador bramido y, seguidamente, vio con horror, como la bestia que se irguió sobre sus patas traseras y volvía a aullar bajo la pálida luz de la luna, llevaba los restos de unos pantalones rotos y estaba parcialmente cubierta de jirones de ropa que le colgaban del cuerpo. Jon sintió una punzada de terror que le helo la sangre y fue cuando se percató de que aquel ser, a pesar de tener un gran hocico cánido, tenía figura y rasgos antropomorfos. Jon sintió el ácido sabor de la bilis subiendo por su garganta y vomitó. Su mente se colapsó, incapaz de entender que no hubiese una explicación racional para lo que estaba viendo, se negaba a aceptar que se hubiese topado con lo imposible.

Jon percibió movimiento a su espalda y se giro sobresaltado, dejando caer el vaso de calimocho que hasta ese momento no se había dado cuenta que aún lo llevaba cogido. Detrás de él tan solo quedaba una aterrorizada Leonor, con sus ojos arrasados en lágrimas y temblando descontroladamente, los demás huían despavoridos.

-No…no…puede ser… -susurro la muchacha, en evidente estado de shock.

-Vamonos… -le apremió Jon, también en un susurro mientras la cogió del brazo.

Ambos echaron a correr, tratando con desesperación, de dejar atrás lo antes posible aquellos terribles aullidos que seguían alzándose en la noche dominando la quietud del páramo. Pero mientras corría, Jon sabía en su interior, que le acompañaría el resto de su vida todo lo sucedido aquella noche en aquel páramo.

Fin.

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Un comentario

  1. y corrieron como alma que lleva el diablo xD

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